Película que se nos presenta como una cosa y que poco a poco se va convirtiendo en otra. Una chica con depresión ve acentuados sus síntomas con la salida de la cárcel de su marido. Acude a un psiquiatra que le receta un fármaco en pruebas con consecuencias fatales.

La verdad es que la trama consigue atraparte hasta que, poco a poco, cambia de tercio. Pero como ya te ha atrapado sigues hasta el final. Durante los dos primeros tercios parece que estamos ante una cinta sobre enfermos depresivos y farmacéuticas sin escrúpulos. Un largometraje de denuncia social acerca de lo sobremedicados que estamos y quien gana con ello. No queda claro si el personaje de Jude Law terminará como villano o como víctima, porque parece que aquí no habrá héroes.

Pero llegando al último tercio se descubren las cartas: ¡esto es un thriller! Y como tal, hay que repartir roles, fijar una posición moral a cada uno de los personajes y crear un desenlace satisfactorio y, maldición, comercial. Demasiadas explicaciones finales, demasiados flashbacks aclaratorios, todo el meollo resuelto en pocas escenas y que hace irrelevante el aparente tono de denuncia que habíamos percibido hasta entonces. La suerte es que hasta ese punto lo que estábamos viendo era suficientemente solvente y apañado como para quedarnos hasta el final, y si bien ya no alcanza para el 7 que pensaba ponerle sigue teniendo cuerpo para al menos llevarse un 6, que no es tan mala nota.