Douglas Sirk exhibe las artes de la intriga desde el comienzo de la película porque ofrece los indicios y despliega pistas sobre el celuloide con la parsimonia de quien conoce bien su oficio.
La trama presenta un juego psicológico muy del gusto del cine americano durante los años cuarenta y, aunque el argumento presenta algunos puntos débiles, no se puede negar la habilidad de guionistas y director para conseguir que una maraña de conjeturas se adueñe del patio de butacas.
Mantiene un ritmo adecuado, la ambientación musical es admirable y merece resaltar la interpretación de los protagonistas.

El mundo de las sombras siempre posee un idioma propio para llegar a lo más tenebroso.