Envuelta en los compases de la brillante banda sonora compuesta por D. Tiomkin, la última interpretación de Tarzán a cargo de J. Weissmuller comienza con semblante épico y un inusitado y bello referente paisajístico.
El argumento de C. Young posee indudable interés, una trama seria y un nivel de aventura acorde con las exigencias del público a quien se dirige pero el guión adolece de un ritmo evidentemente irregular tanto en la acción como en la inspiración y eso no favorece al desarrollo de la película.
Se ve con agrado y también deja algunas pinceladas para el disfrute del público adulto.