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Voto de Revista Contraste:
7
Drama Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
25 de marzo de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que está de moda entre los grandes directores indagar en los pliegues de su infancia que explican su obra cinematográfica. A punto estuvo Cuarón de llevarse el Óscar con el relato de su Roma infantil. En Dolor y gloria es Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 1949) el que nos conduce, en una especie de viaje onírico, a su la Mancha profunda para ir desmenuzando sus dolores y glorias de niño.

Sebastián Mallo (Antonio Banderas) es un director que no dirige, un escritor que apenas escribe debido a sus múltiples y, minuciosamente explicados, achaques (abstenerse hipocondríacos). Cuando la filmoteca de Madrid le invita a una conferencia que conmemora los treinta años de su película más exitosa, Salvador se verá obligado a enfrentarse a los traumas de su pasado que pesan demasiado en su asfixiante presente.

En Dolor y gloria se nota que Almodóvar mide las palabras, estudia escrupulosamente los diálogos. No es casualidad que haya querido rodearse de su guardia pretoriana en su largometraje más personal. Penélope Cruz interpreta magistralmente a esa madre exigente, tierna y, profundamente, religiosa que lo sacrificó todo para que él pudiera estudiar. A Antonio Banderas le pide que haga de él mismo, con cierta distancia, con elementos ficticios –como ha explicado– pero, en definitiva, con una profunda verdad sobre su alma. Y es que aquí, Almodóvar aborda los temas que le importan: la familia, la educación, la homosexualidad, el amor. Y lo hace con sinceridad, sin panfletos, ni propagandas; muestra sus heridas, sus cicatrices abiertas, con su característica estética de colores, de escenas de recibidor y personajes almodovarianos.

Dolor y gloria es una buena película que satisfará a los incondicionales del director manchego después de algunas cintas fallidas y que nos da muchas de las claves del éxito que le han llevado a ser el director español más internacional.

www.contraste.info
Revista Contraste
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