Una empresa que clona seres vivos, para trasplantar sus órganos a los seres "originales". Estos clones, ajenos a todos, viven aislados esperando poder llegar a un paraíso ficticio (la verdad se irá desvelando poco a poco). Todos viven ajenos a el mundo real, hasta que uno de ellos empieza a cuestionarse la realidad en la que se ve envuelto.

De momento todo pinta muy bien, la historia engancha, es interesante, los personajes parecen tener profundidad... pero desde el momento en el que los protagonistas (Ewan Mcgregor y Scarlett Johanson) huyen del complejo, el guionista, el director y el escritor tiran a la basura la magnífica hora de metraje que nos brindan, para llenar la pantalla de efectos especiales, acción y muertes sin sentido.

Y es que la empresa, que quiere recuperar a sus "productos" para no alarmar a la opinión pública, contratan a unos mercenarios a los que les dan carta blanca para destruirlo todo a su paso con tar de traerlos con vida.
A partir de ahí, todo se vuelve aburrido, y lo que es peor, absurdo (los mercenarios en su afán por "cazarlos", destruyen toda una ciudad sin que pase nada, como si a nadie le importara; y yo digo que si destruyes media ciudad con helicopteros lanzando cohetes, y todo tipo de armamento, las autoridades, el ejército etc de seguro actuarán).
Además esta destrucción sin sentido rompe con la idea del sigilo que la empreza tenía (y debía tener).

En definitiva, la primera hora es fantástica; pero a partir de que empieza la huida y persecución, la película pasa a ser un sin sentido.