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Antigua y Barbuda Antigua y Barbuda · Punto Nemo
Voto de Licnobio:
10
Ciencia ficción. Romance. Drama En un futuro cercano, Theodore, un hombre solitario a punto de divorciarse que trabaja en una empresa como escritor de cartas para terceras personas, compra un día un nuevo sistema operativo basado en el modelo de Inteligencia Artificial, diseñado para satisfacer todas las necesidades del usuario. Para su sorpresa, se crea una relación romántica entre él y Samantha, la voz femenina de ese sistema operativo. (FILMAFFINITY)
9 de enero de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de nada, hay un punto que habría que aclarar para poder continuar, y no es otro que el hecho de que en esta película, no es Theodore quien verdaderamente escribe cartas. Es Spike Jonze, quien lo hace en forma de película, sin remite, pero con destinatario.

De aquí, que el pilar fundamental de la película sea su guion y que este sea el que sostenga sus dos horas. Y es entendible que pueda parecer una duración algo mayor de la necesaria, pero personalmente, creo que se trata más de la forma de contar una historia, una película, que de exceder o alargar innecesariamente algo. Lo cual, iría más en línea con una tradición oriental de entender el arte audiovisual, que con la herencia occidental, enfocada a veces en la introducción-nudo-desenlace sin muchos rodeos.

Así, intuimos que ese destinatario que comentábamos, es Sofia Coppola, y la carta en realidad es una respuesta a ‘Lost in Translation’, otra película cargada de esa atmósfera que proviene desde el país del sol naciente. De ahí que la carta venga sin remite.

Con todo esto, nos adentramos en un mundo, ni muy cercano como para no sentirnos protegidos por esa distancia temporal, ni muy lejano como para no empatizar. Y es justo ahí, en esa intersección, donde Jonze nos atrapa con unos diálogos, unas imágenes y sonidos, que hacen que nos removamos, tanto en el asiento, como por dentro de nosotros mismos.

La película nos pone ante el espejo como individuos y como sociedad, nos pregunta quiénes somos, cómo entablamos relaciones y hasta qué punto somos sociales o nos sabemos comunicar entre nosotros. Nos plantea a quemarropa y sin titubeos, una de las preguntas esenciales en el pensamiento humano, ¿qué es la realidad?
Esta realidad tiene tantos puntos de vista como personas hay, pero también como pantallas haya, ya que en la actualidad las relaciones que entablamos con nuestros dispositivos, que usamos en nuestro día a día, podrían ser tan o más personales que las que tenemos cara a cara. Valga de ejemplo una relación emocional entre personas que vivan en diferentes países o que hayan pasado una cuarentena separados; al final esa relación sentimental acaba siendo ‘cara a pantalla’.

Y es ahí donde la película nos lleva. ¿Qué pasaría si detrás de la pantalla no hubiera un humano con sus neuronas y hormonas? ¿Y si lo que hubiera en realidad fuese una máquina sus bytes y algoritmos? ¿Entonces los sentimientos son reales o la realidad se siente? ¿Lo estamos haciendo bien como animales supuestamente sociales? ¿Preferimos escuchar o hablar? ¿Nos puede el egoísmo o la empatía? ¿Es mejor compartir soledad o tener soledad compartida?
Por lo que con todo esto, ¿hasta qué punto esta supuesta distopía nos plantea una verdad que ya existe o un futuro no muy lejano con una inteligencia artificial de voz seductora? Puede que nos plantee todas estas preguntas y alguna más.

Pero como comentaba al principio, 'her' no es más que un espejo en el que mirarnos, ver cómo interactuamos, con quién, cuánto, cómo y dónde estamos o somos, qué valor aportan a nuestras vidas todos esos diálogos y si ello suma o resta en nuestra vorágine urbanita.

Ante todas estas preguntas, vamos teniendo diferentes opciones a lo largo de la película. Pero al final no recibimos ninguna respuesta clara y concisa. La respuesta queda para que cada uno se la diga a sí mismo. Si quiere.



Y no podría faltar antes de cerrar, un pequeño gran reconocimiento a Arcade Fire en la banda sonora, que consigue que a lo largo de toda la película cada sonido venga con el acorde adecuado; a Hoyte Van Hoytema, que llena las escenas de imágenes y colores que por momentos parece una visita a un museo; y a las interpretaciones que con su ternura y cercanía, incluso sin verse, hacen sentir que esta historia no es la suya, es la de todos.
Por todo ello y como recomendación, esta película hay que verla en versión original y sin ‘perderse en la traducción’.
Licnobio
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