Cada minúsculo fotograma de esta película irradia belleza. Puro y auténtico placer audiovisual. Una historia de amor distinta, que se distancia de la adolescencia comercial para entrar en la dura monotonía de una honesta ama de casa que roza los cuarenta años. Una mujer que renunció a sus sueños y a sus ilusiones por formar y cuidar a una familia.

"Los puentes de Madison" nos sumerge dentro de la mente de una mujer a la que el destino ha robado la capacidad de soñar. Clint llegaría un día perdido en su todo-terreno para cambiarlo todo, para enseñar de nuevo a Francesca a sonreír, a disfrutar de estar viva y a volar de nuevo entre los recónditos rincones de la imaginación ilimitada humana. Todo esto contado con sumo cuidado, con extrema cautela y con un paso adelante en cuanto a pasión a lo largo de los minutos.

Francesca lleva una vida normal: Un marido que la quiere, dos hijos, estabilidad económica... No parece que aparentemente haya ningún problema. Esta película nos hace ver, sobretodo a los hombres, que a una mujer no se le conforma ni se la hace feliz dándole simplemente lo que necesita para no decaer.

El enamorar a alguien no se consigue una vez, se logra con el paso de los días y con el transcurso de los años, trabajando día tras día y anteponiendo sus deseos a los tuyos. Francesca tenía una buena vida, pero no fue feliz hasta que conoció a Robert. En ese mismo instante, ella misma se reconoció en el espejo tras muchos años. Al lado de él, volvió a ser una mujer libre.

En conclusión, una bella historia que nos hace replantearnos si la estabilidad y la monotonía son realmente sinónimo de felicidad. Un guión sólido y un reparto que no necesita presentación. Una de las grandes películas hechas por Eastwood.