Ken Loach es un director que siempre suele hacer películas que conectan fácilmente con el espectador. Tiene una especie de don para retratar de manera efectiva situaciones y vivencias, que despiertan singulares sentimientos en uno.
En esta ocasión, retrata un problema que por desgracia se sigue viviendo hoy en día en todo el mundo. Un problema, que en muchas ocasiones todo el mundo lo tomamos como un poco tabú.
¿Por qué es tan complicado y le cuesta tanto a la gente aceptar que dos personas de diferente raza y religión puedan amarse?
Por suerte, creo que hoy en día el punto racial no resulta tan problemático, pero cuando se introduce el tema religioso... la familia es un impedimento para que esa relación resulte fructífera.
La película retrata de manera fantástica los problemas que viven estos dos jóvenes por llevar a buen puerto su pasión. Un amor que se topa constantemente con barreras impuestas por la familia, amigos, trabajo y creencias. Unos muros que en muchas ocasiones resultan bastante complicados de franquear. ¿Es más importante conservar las tradiciones o dejar que dos personas que se quieren puedan vivir su vida felizmente?
En fin, es una historia bella y dura a la vez. Una historia que por desgracia se sigue viviendo hoy en día aunque nos negemos a aceptarla. La película emociona y divierte, y ello es debido a unas fantásticas interpretaciones, que son dirigidas de manera magistral por el gran Ken Loach que cuenta con un guión brillante.