Sin lugar a dudas es una de las mejores películas de la historia del cine, reconocida con gran cantidad de Oscar (incluido mejor película), y por las numerosísimas buenas críticas que ha tenido a la lo largo de sus años desde que se hiciera en 1946.
William Wyler dirige magistralmente este drama con muchos toques de ternura en el que se refleja lo duro que era para los soldados el reincorporarse al día a día en su ciudad tras haber luchado en combate y haber sobrevivido. Una historia que nos presenta a tres hombres que intentarán olvidar esos años pasados y adaptarse a los nuevos que están por venir. Un militar de alto cargo que empieza a tener un problema con la bebida. Un joven que tiene problemas con su mujer ya que sueña con un marido que sea un héroe. Y otro joven que vuelve a casa sin sus manos y no sabe como va a reaccionar su familia y su novia.
Pero los problemas que se reflejan en esta película no son solo los que viven interiormente los tres protagonistas. También se observan los problemas que sufren indirectamente las personas que los rodean y los quieren; además de la sociedad que ve como vuelven a casa personas con problemas físicos y mentales. Una sociedad que no ha estado en el campo de batalla pero que ahora es testigo de las secuelas; y que en muchos casos no se aceptan y no es capaz de ubicarlos en un puesto de trabajo.
El drama dura casi tres horas, pero la historia está narrada con tal ternura y sensibilidad que en ningún caso se hace pesada. Uno observa como todos los personajes intentan sobrellevar esa realidad que parece idílica, pero que a veces cuesta soportarla igual o más que la batalla en las trincheras.
Todos los actores realizan un trabajo fantástico regalando unos personajes que emocionan. Unos personajes que intentan vivir esos días como algo maravilloso; pero que para ello deben romper con un pasado bélico; y a veces con un pasado anterior a la guerra.
En fin, "Los mejores años de nuestra vida" es un film que emociona y encandila debido a su gran historia que refleja una realidad que a veces era muy compleja de asumir. Una realidad que debieron asumir millones de personas, y que nadie les avisó. Una adaptación al día a día que requería un proceso mental que a veces no era sencillo. Aquí William Wyler lo muestra de manera brillante gracias a una gran dirección, una buena historia, unas fantásticas actuaciones y una preciosa fotografía.