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Voto de Lucyfero:
4
Serie de TV. Drama En un barrio de Huelva la pequeña Mari Luz, de 5 años, ha salido a comprar caramelos al kiosco de la esquina, pero no ha vuelto a casa. La mujer de Antonio comienza a preocuparse por la tardanza de su hija, y empieza a buscarla por el barrio, pero nadie la ha visto. Antonio consigue que su equipo gane, pero su alegría se apaga cuando recibe una llamada de su mujer, avisándolo de que su hija Mari Luz ha desaparecido. A Antonio le ... [+]
25 de enero de 2009
8 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para exprimir hasta lo infinito este trágico drama, Antena 3 fue la más precoz en sacar tajada de una historia tan de cine, tan lacrimógena, tan funesta. La premisa era básica, y el proceso mil veces visto en el cine, recuerda a películas como “Adiós, pequeña adiós” o “El juramento”. Por citar dos ejemplos.
De primeras, el telefilm destaca por esa citada anticipación, pues un año reciente hace de aquel mal domingo. Por ello es imposible no estremecerse según transcurren las primeras escenas; tampoco impedir escalofríos con una banda sonora acertadísima; templada y sobria.
El reparto supone pros y contras. Cielo y tierra tuvo que remover Antena 3 para reunir este coral de personajes con tal parecido físico a los verídicos. Antonio Chamizo es un fiel calco del padre coraje; y un actor convincente. El pilar básico en el que se sustenta el film. Sobre él giran una serie de actores más noveles que profesionales, que actúan tal y como pueden; con ese aire amateur, aire más bien de serial de Canal Sur. Sancho Gracia, la voz de la profesionalidad, aparece con cuenta gotas, y su personaje es un mero testigo impotente.
En contra, el film en ningún momento despega, y se queda en una gran ambientación, pero carente de alma. Como si delante de nosotros transcurriese una mera recreación de los hechos (un documental) y no un film basado en los mismos. Sobrecoge de primeras, pero esa tensión nunca llega a las cotas altas que debería llegar. La dirección se limitó a contar lo ocurrido, pero el cine no es la pantalla de la realidad, y una película estremece en formas distintas, y con fórmulas más arriesgadas. De nuevo, aludimos al factor principal, la precocidad. Los hechos están tan cercanos, que no se arriesgan a mostrar “aquello más”, aquello que realmente hubiese sobrecogido. Lloran todos, pero mi madre no lloró durante la película, y eso que no pocas veces la he visto como una magdalena frente a la TV. Será quizás porque no se busca la lágrima facil, a la que recurrir -valga la redundancia- hubiese sido muy facil. Pero el llorar y emocionar se puede buscar de maneras más sutiles, maneras que ninguna se ha intentado buscar. Ya sea por respeto o ya sea por ineptitud.
El precio de la precocidad es sin duda esa carencia de riesgo, ese paso más. No aborda la psicología de los personajes, que no tienen ni un momento de reflexión. La historia puede más que ellos, y la cercanía de la misma puede más que la película.
Acierta en aquello que es, un simple telefilm; provechoso del tirón de la trágica historia. Recrea fielmente los hechos, pero se queda a la puerta de los mismos. Los personajes ambientan a la perfección la historia, pero no pasan de ser actores de seriales. En contra, podría haberse hecho mucho más, podría haber arriesgado mucho más, podría haber entrado. Pero no se ha hecho.
Lucyfero
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