Juego de ajedrez surrealista, porque es difícil o imposible creerse todo lo que aquí sucede, pero Un ciudadano ejemplar cuenta con otras fichas distintas a las de la inteligencia (que la usa, pero más para distraer que para proponer explicaciones realistas): ritmos y tensión. Ahí la peli no se sonroja ante su dudoso argumento, se deja llevar por la habilidad de Gray(quiero ver más de este chaval) a la hora de manejar la historia por los terrenos de los thrillers más dignos.

Decir que el prota actúa por venganza...a ver si luego de la décima muerte seguía pensando en la sonrisa de su hija, lo dudo. Si creo más en aquella persona que trasciende sus propias limitaciones, que ha sido quebrada en lo que respecta a su fé por los demás y, principalmente, por las instituciones humanas (Justicia en primer plano). Ojo, la peli no se mete en dilemas éticos, cada vez que se produce una nueva conversación entre el abogado y el justiciero carnálico los diálogos desembocan en lo mismo: planteamientos retóricos que finalizan con puntos suspensivos.

Conceptualmente, el director sabe que juega con fuego, y que no puede lanzarse a la fogata (el final apresurado y para salir del paso lo confirma). Su puesta a prueba política es jugadísima, tan jugada que sólo le queda titubear y cerrar la historia como tantas otras se han cerrado. En algún punto el final es previsible, sobre todo conociendo los marcos de referencia políticos que manejan los Estados Unidos. Sabiendo esto, las tintas se recargan en el "mientras tanto", en el proceder de ese pobre sujeto que intenta ser un mecenas, pero que en realidad nunca se aleja de su verdadera condición: la de ser un pobre desgraciado con "recursos bélicos".

La peli apuesta por la tensión in crescendo, ahí gana sus mayores fichas, y por un tratamiento narrativo con montajes paralelos singulares y algun que otro travelling notable. Lo demás será para lo conciencia de cada cual. Algo es seguro: este tipo de dilemas morales no se resolverán nunca.