Viajar en el tiempo, o no viajar, that is the question. Y Looper encarna la premisa tentadora, cual antojo de embarazada, de viajar en el tiempo sin importar los precios ni el pasaporte debido para este tipo de viajecillos. La ironía no es gratuita, yo me senté a ver Looper porque viajar en el tiempo..digamos que mola, siempre "moló". Uno no viaja al pasado para hacer turismo: se viaja porque las patinadas futuras, derivadas de supuestos presentes, exigen una revisión. O bien detectar en que momento la cagamos, y remendar los pecadillos.

Se nota que Johnson quería algo más bien tradicional, innovar sobre los viajes en el tiempo es meterse en problemas, habría que estar atento a las lagunas temporales de causas y efectos, y ahí te la encargo. Se nota a su vez que este guión moroso sobre el que se apoya la peli no admitía muchas variables: el futuro que se nos presenta es incierto, como las leyes que prohiben los asesinatos; y las mismas formas de viajar en el tiempo son imprecisas. En resumen, no sabemos nada, tan solo que hay que viajar en el tiempo (como siempre, como chupete recontra chupado) para rearmar una realidad futura que a más de uno le cayó pesada.

Los Loopers son la excusa, la historia dibujada en una servilleta de restaurant, para viajar una vez más y deleitar al fan típico de la ciencia ficción. Es tal la devoción ciega de la peli que ya en sus premisas básicas incurre en la paradoja principal del viaje temporal: imposible que un sujeto se anule a sí mismo retrocediendo en el tiempo. Si la base se presenta tan tosca, no me queda más remedio que pensar que Looper fue construida porque el viajecillo está de moda, o siempre lo estuvo y da lo mismo. El avance de la trama es opaco, como su fotografía. Es una de espionaje con aires de boba metafísica.

Lo insípido de su desarrollo es su revelación final: viajemos en el tiempo, que mola. El resto lo vamos viendo. Y como se nota.