Menuda rosca de pascuas. Porque No hables... no es un policial, son varios al mismo tiempo. Multiples historias que intentan cruzarse lo más coherentemente posible. En ese recorrido solo apto para campeones de la relojería, Coben logra dentro de todo construir un dispositivo funcional...en algunos casos.

El principal mérito de la serie es su gancho comercial: ¿No te interesa esta trama? Ahí tienes cinco más para elegir a tu gusto. Conforme pasan los episodios, la falta de un tronco común (la columna vertebral va ramificándose hasta que el foco de interés objetivo termina perdiéndose) hace que cada cual le otorgue a tal o cual sub trama una importancia subjetiva.

Otro mérito: ninguna historia se muestra "a distancia". La serie abandona la mirada policial fría y clásica para compenetrarse con el sufrimiento de los personajes. Es un policial de tintes drámaticos que juega con las indirectas, las ambiguedades. Apela siempre a todo aquello que no se dice. El espectador termina por fijarse siempre en esos datos que están faltando. Estamos ante un narrador tramposo, de poco fiar.

Y aquí es bueno detenerse, porque todo buen jugador de poker puede hacer muy buenas jugadas engañando al contrincante...hasta que revela sus cartas. Y esto no es poker, aunque lo parezca.

Por acá no va, dirá el espectador; por allá tampoco. Toda serie inicia y ese inicio nunca se pierde: es el comienzo del viaje del espectador. Cuando se suceden las acciones y la verdad surge, uno va descartando elementos del desarrollo. El desenlace se asemeja a la típica historia que hizo pasar los datos más relevantes como completamente intrascendentes.

El desenlace se codea mucho más con el policial clásico: después de tantas idas y vueltas, la columna vertebral se muestra harto simple. Resulta que ha sido deliberadamente omitida. (spoiler)