Si uno se detiene en el envase de Scott, pues parecería que estamos ante una obra singular. En muchos paspectos lo es, psicodélica, gamer, gusto a historieta en cada una de sus elipsis y un ritmo muy dinámico, aunque monótono pansando los tres cuartos de visionado.

El problema es su guión: al margen de las buenas coreografias para las batallas, es tal el caos del que Scott se nutre que por momentos el guión decae por su propia linealidad. Resulta paradójico, pero es que detrás del batallón de imágenes video cliperas se esconde una historia de amor, eclipsada por un torbellino de...ex novios que vienen a hacer la gran Bruce Lee con sabor a video juego que a la peli le va quedando chico el molde. Realmente llega un momento en donde el molde parecería esconder un guión pero que muy pobre pero salvado, eso sí y sin ser suficiente, por su forma edulcorada.

Puede llegar a ser una delicia de culto, porque se rinde frente a determinadas sub culturas y dentro de su forma mayor parece hacerlo en serio, pero es una obra desprolija que no pasará a mayores dentro del género...mixto al que pertenece.