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España España · Valdepeñas
Voto de Lucho Garmán:
9
Drama París, 1968. Isabelle (Eva Green) y su hermano Theo (Louis Garrel), solos en la ciudad mientras sus padres están de viaje, invitan a su apartamento a Matthew (Michael Pitt), un joven estudiante americano, al que han conocido en un cine. Una vez en casa, establecen unas reglas para conocerse mutuamente, explorando emociones y erotismo a través de una serie de juegos extremadamente arriesgados. (FILMAFFINITY)
27 de noviembre de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bellísima película de Bertolucci que recrea con erótica perfección el ambiente socio-cultural del Paris de mediados de los 60. La cinta contiene todos y cada uno de los ingredientes que necesita para atrapar el interés y el intelecto del espectador desde los primeros compases de la misma. Michael Pitt, haciendo honor a su primo lejano Brad –con el que no tiene absolutamente nada que ver– en sus mejores apariciones, borda su papel interpretando a un joven yanki imberbe, bonachón e inocente que llega a estudiar a la ciudad del Moulin Rouge: un hervidero de revueltas y revoluciones, sexuales e intelectuales, y cuna del cine “gafapasta”. Ya saben lo que dice el dicho: “Existe el buen cine, el malo y el francés”. En un atmósfera de tal calibre, Matthew se topa con dos parisinos, muy parisinos, muy pero que muy parisinos llamados Isabelle y Théo que lo introducirán en una vorágine de pasiones carnales, literatura maoísta y juegos de adivinanzas que en ocasiones llegan a alcanzar un cariz casi tétrico. He de reconocer que las películas que dejan entrever ciertos lazos, bien unidos y atados, obviamente, con la literatura y otras formas artísticas cualesquiera despiertan en mí un agrado prematuro que no puedo remediar; corro el riesgo con esto de que algún descarriado –que los hay, y a montones– pueda permitirse el lujo de lanzarme de buenas a primeras y de cabeza al carro del “pseudointelectualismo”; existe gente en este mundo para la que el concepto de cine puro alcanza los límites más estrictos y estrechos del término. Creo, sinceramente, que la riqueza interdisciplinaria que permite el cine es suficientemente amplia y acogedora para poder integrar este tipo de elementos en el metraje. Y eso mismo, concretamente, es lo que le ha facilitado en innumerables ocasiones alcanzar la sublimidad que le caracteriza. En el caso preciso de The Dreamers, Bertolucci se desenvuelve de manera magistral con un ejercicio que, aunque no podría llegar a considerarse metacine, permite al cinéfilo observar su propia filia desde un punto de vista externo, a través de unos personajes que comparten esta misma admiración hacia el medio, salvando, claro está, las cuestiones ficticias que se implican, pero que al mismo tiempo nos da pie a la sugestión, a la teatralización de nuestra propia pasión. En relación a las cuestiones más precisas de la cinta, el trabajo de los tres protagonistas resulta impecable. Matthew, el joven americano interpretado por Michael Pitt, se presenta como el personaje menos estático de los tres; la evolución que sufre desde el principio hasta el final es llevada a cabo de forma brillante, mientras que los dos hermanos franceses, Isabelle y Théo, interpretados por Louis Garrel y Eva Green, se ajustan a la perfección a sus papeles excéntricos y lujuriosos, pero más estables dentro de la propia narración. Estos últimos atributos son los que más se dejan notar a lo largo de la narración. Los episodios en los que el beato de Matthew se ve implicado por cortesía de sus nuevos amigos nos podrían sugerir, sin ningún problema, alguna que otra escena extraída de las novelas del Marqués de Sade. Es esto, precisamente, lo que sobresale por encima –permítase el pleonasmo– de todos los otros elementos que constituyen la trama; si bien he empezado hablando sobre la importancia que para mí tiene la inserción de cuestiones literarias en el cine, me estaría engañando vilmente si hiciese prevalecer esto a lo otro. La enorme carga de sensualidad que transmiten los tres personajes es el principal exponente y, aventurándome aún más, la atractiva complementación que se forja entre los diferentes tipos eróticos que cada uno de ellos suscita hace a la obra de Bertolucci aún más interesante si cabe.
Lucho Garmán
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