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España España · Valdepeñas
Críticas de Lucho Garmán
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
6
23 de noviembre de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya lo decía Machín en su famosa canción: "Siempre que pintas iglesias, pintas angelitos bellos; pero nunca te acordaste de pintar un ángel negro". Cocteau, en cambio, al contrario que aquel pintor, no dudó ni un segundo en colocarle un par de alas angelicales a un esbelto africano, embadurnarlo de aceite hasta la saciedad y colocarlo en escena como un redentor de injusticias poéticas; quizá por esta razón se culpó a su producción de difundir un mensaje anticristiano, ¿quién sabe? el poeta juega en ocasiones el papel de deidad con el uso que hace de las palabras y sus significados, ¿por qué no quitarle a Dios el honor de integrar el primer ángel negro de la historia del cine?. Yendo al grano, la intención y el producto final se encuadran a la perfección con el marco teórico del movimiento surrealista. Breton: toma nota de tu compatriota y añade un epígrafe en tu manifiesto sobre cómo hacer una película en la que, seguramente, solo tú sepas lo que estás diciendo. Cine experimental y, como su propio nombre indica, Cocteau experimenta y de qué manera con un batiburrillo de imágenes oníricas, abstractas y desconcertantes en muchas ocasiones. El objetivo principal del autor es plasmar el mundo interior del artista poético, y esto puede resultar tan complicado que podría ser justamente el movimiento surrealista el que mejor sepa visualizar esta amalgama de instintos, sensaciones y símbolos que recorren la en tantas ocasiones apesadumbrada mente del poeta y que tan complicados son a la hora de presentarse racionalmente para que un público ajeno a las circunstancias individuales de un determinado artista sea capaz de procesarlo. A la hora de juzgar este tipo de películas, tenemos que dejar a un lado la exégesis normativa y, digamos, generalista que se le podría aplicar a cualquier otro tipo de film; las impresiones que suscita no están tan "atadas" a una interpretación unidireccional o bidireccional como lo pudiesen estar en otros casos. Es por esto que esta película, como algunas otras que comparten género y temática con ella, reciben desde los más calurosos halagos a los más acalorados y feroces ataques por parte de la crítica cinematográfica profesional y amateur. En general, una película decente, en mi opinión, en la que el autor se introduce en el mundo del Séptimo Arte, habiendo tocado antes prácticamente casi los otros seis restantes, y consigue realizar un film transgresor para la época en la que se rodó e íntimamente fiel a los preceptos vanguardistas en las demás artes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lucho Garmán
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9
9 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que si se nos pregunta, todos y cada uno de nosotros aceptaríamos jugar una última partida de ajedrez con la temible Parca para decidir si definitivamente compramos el billete de ida (sin retorno) hacia el otro barrio o por el contrario nos ganamos el derecho a la vida eterna gracias a un enroque bien utilizado. La premisa con la que Bergman parte en esta obra maestra es realmente jugosa e inteligente y a partir de ella el resto del argumento rueda solo hasta el desenlace del mismo. Una película que trata un tema tan espinoso como la muerte y tan nebuloso como la duda inexplicable e interminable a su vez sobre lo que hay después; al contrario de los comentarios y las críticas que he leído, exceptuando algunos puntos concretos de la cinta, no me ha parecido en absoluto que el tono y el contenido fuesen de carácter estrictamente lúgubre, tétrico y apocalíptico. Obviando el simple hecho de que el blanco y negro la haga de por sí oscura, pienso que los momento en los que ese humor negro y astuto del director sueco entraban en escena me han dejado más poso que las escenas más puramente dramáticas. Se la califica, al menos en las páginas donde me he adentrado antes de verla, de cine dramático-fantástico o dramático como tal, a secas, pero creo que no me estaría aventurando demasiado si personalmente la clasifico dentro del género de comedia dramática o drama cómico, sin obviar, claro está, los rasgos fantásticos. Un humor fino y al mismo tiempo grotesco, tan negro como la capa del personaje que representa a la muerte; un humor inteligente y elegante que deja entrever mucha de la influencia que más tarde veremos en las películas de uno de los discípulos más sobresalientes y fervientes de Bergman como el gran Woody Allen, salvando las distancias, evidentemente, con las obras del neoyorquino que sí se enmarcan plenamente en el género que vengo de citar anteriormente. Un tema principal, la muerte, que se personifica en la figura de La Parca según es representada por la antigua mitología romana y pasa a ser uno de los personajes principales de la trama que atormenta al caballero cruzado Antonius Block una vez este ha vuelto a una Suecia medieval asolada por la Peste Negra; este otro tema de gran importancia y que va estrechamente ligado al anterior: la enfermedad. Y por último: la religión. La desesperación de Antonius por encontrar respuestas a dichas incógnitas choca de bruces con el hedonismo de corte epicúreo de su “Sancho Panza”, Jöns, el escudero que le acompaña durante su travesía y que está más preocupado por disfrutar de los placeres carnales de una vida que sabe recorre una linea recta entre dos puntos fijos e inamovibles, la vida y la muerte, más allá de los cuales no existe nada más que la nada o “le néant” como le gustaba decir al bueno de Sartre. Afirmaba Epicuro en una de sus aforismos epistolares más famosos que el hombre no tiene nada que ver con la muerte, ya que mientras nosotros vivimos esta nos es extraña, y cuando la muerte es, nosotros no somos. Si del mismo modo que a Antonius La Parca llamase a la puerta del filósofo heleno para retarle a una partida de ajedrez a vida o muerte –en el más estricto sentido de la expresión–, este no habría dudado en mandarla inmediatamente al mismísimo carajo para, seguidamente, seguir ocupándose de su piara de cerdos libertinos ávidos de gula y excesos. Actualmente, la obra de Epicuro que se ha conservado hasta nuestros días es ínfima debido, en parte, a las ampollas que su pensamiento filosófico levantó entre las altas instituciones clericales del cristianismo posterior. En la película se puede apreciar a la perfección ambos primas, siendo el místico el que más peso tiene y que se representa, esta vez sí, de una forma enormemente tétrica, por ejemplo, en el grupo de ascetas que se pasea fustigándose y escupiendo plegarias apocalípticas hacia aquellos que no toman ejemplo agarrando un látigo para resquebrajarse la espalda por la causa de la salvación divina. Y a pesar de todo esto y de la crudeza de los hechos narrados, el espectador no creo que se enfrasque en la áspera angustia que provoca la idea irrebatible del fin de nuestros días, sino que por el contrario se le reta a reflexionar por sí mismo, como he leído en alguna crítica anterior; le obliga a realizar un ejercicio de introspección filosófica, principalmente del lado más escéptico y científico de Antonius, por ser el pensamiento de este mucho más dinámico e irreverente, o bien de la mano del epicureísmo acomodado de Jöns. A parte de estos dos personajes, también se presentan otros de menor calado intelectual como la pareja de comediantes, el herrero o los discretos –en lo que al diálogo se refiere– personajes femeninos, cuyos arquetipos resultan mucho más planos y simples que los de los dos protagonistas. Para finalizar con esta crítica, he visto conveniente citar unos versos inmejorables del poema “Melancolía del desaparecer” de Agustín de Foxà que, aún sabiendo o no si la vida tiene una posible continuación más allá de la muerte, plasma con una elegancia especial algo de lo que sí somos conscientes: que la vida terrenal, tal y como la conocemos, con o sin nosotros, seguirá su curso inexpugnable una vez que hayamos desaparecido.

“Y pensar que, desnuda, azul, lasciva / sobre mis huesos danzará la vida / y que habrá nuevos cielos de escarlata / bañados por la luz del sol poniente / y noches llenas de esa luz de plata / que inundaban mi vieja serenata / cuando aún cantaba Dios, bajo mi frente."
Lucho Garmán
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9
19 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido". Con estos versos da comienzo este bellísimo poema compuesto por el autor español Antonio Machado. Y con estos mismo versos podríamos ilustrar una de las escenas primordiales de esta película, ayudándonos de la facilidad que posee la lírica para ejemplificar cualquier hecho que se encuentre fuera de su ámbito referencial. Casualidad, o no, nos encontramos con la misma especie de árbol: un olmo. En ambos casos, una vez más, viejo y desgastado. Un árbol que, en la película, asociamos con el recuerdo que las jóvenes mantienen de su hermana pequeña. Un árbol, en el poema, que podríamos asociar también –si esto se tratase de un comentario poético en vez de una crítica cinematográfica– a la nostalgia o tristeza que produce en su autor la decrepitud de un árbol que en su pasado más próximo o lejano fuese simbólico para él y en el que, sin embargo, atisba ciertas muestras de un nuevo florecimiento. De este modo, me parecía interesante empezar esta crítica con una apreciación literaria como esta; ya que, sin llegar a tener la misma trascendencia la obra del poeta sevillano y la de Sofia Coppola, comparten esta pequeña y curiosa similitud a la hora de expresar como, en este caso, un olmo puede llegar a convertirse en un exponente simbólico cargado de connotaciones para una final comprensión de un producto artístico que puede resultar, en ocasiones, ambiguo.

En cuanto a lo que se refiere al análisis de la propia película, pienso que se trata de un interesante ensayo fílmico a cerca de un tema tan pantanoso como lo es el suicidio. Un trabajo llevado a cabo con ciertos toques de drama juvenil que reflejan, por un lado, uno de los múltiples escenarios en los que estas actitudes encuentran un amplio espectro de aparición, y por otro, una manera de suavizar, bajo mi punto de vista, la fatalidad y la dureza que para el público conlleva el hecho trágico de acabar con tu propia vida. Siendo una película que tiene como premisa troncal un acto tan socialmente mal visto, no se te hace difícil o amarga su visualización. Es cierto que a veces el guión peca de convencionalista en la vertiente que más se acerca a la historia de amor adolescente, pero creo que finalmente consigue encauzarse y acaba siendo una película que te permite mirar dentro de una persona que, simplemente, ha perdido las ganas de vivir.

Es el personaje de la pequeña Cecilia el que más bien representa esta conducta y el que finalmente más cabos sueltos deja cuando aparecen los títulos de crédito. El desarrollo de los personajes de las demás hermanas tiene poca cabida, exceptuando el de Lux Lisbon, que se convierte en prácticamente la protagonista principal y en una especie de representante caracterológico del resto de las hermanas Lisbon, que acaban teniendo más bien un papel secundario en la trama. Especial atención merece también el personaje de James Woods como el señor Lisbon, padre de las hermanas y complice pasivo de la desgracia familiar.

Le atribuye Karl Marx en su ensayo "Sobre el suicidio" un papel inmensamente importante al rol de la familia y de sus componentes en la sociedad moderna; a su vez, expresa el grado de sumisión que la mujer –haciendo hincapié en la relevancia que se le da al hecho de que las protagonistas sean mujeres– debe asumir con respecto a la relación de propiedad que la une con respecto a otros miembros de su familia y que acaba llevándola al suicidio como único medio de escape posible. Pues bien, quizás nos seria de gran ayuda revisar esta interpretación materialista de este tema que deja tantas incógnitas sin resolver tanto en nuestra sociedad actual como al final de esta más que notable cinta.
Lucho Garmán
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7
13 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brevísima relación de la destrucción de cualquier tipo de complejo para realizar una película que rota constantemente alrededor de la crisis de fe cristiana. Esto es, al contrario que la "Brevísima relación" escrita por aquél fraile dominico sevillano, un postulado del cineasta que llevaba el mismo camino que Bartolomé de las Casas en su juventud y que finalmente se acabó decantando por la adoración al venerable Séptimo Arte. Sin abandonar nunca, por supuesto, sus reminiscencias espirituales y religiosas que le han llevado –no por primera vez– a rodar esta cinta que nos cuenta la historia de dos jóvenes jesuitas portugueses, con distintas visiones a cerca de como llevar a cabo la doctrina católica, que se embarcan en una aventura por tierras niponas para intentar retornar a la senda del Señor a un Liam Neeson que ha perdido su fe. Y es a través de esta búsqueda que se articula el argumento de "Silencio", con sus aciertos y sus defectos, presentándose como una suerte de auto de fe fílmico al estilo del que Voltaire nos describe en su sarcástica obra "Candido o el optimismo". Allí, los sabios portugueses, sin ningún ánimo de buscar coincidencias con los protagonistas de la película, deciden que lo mejor para preservar de las ruinas al pueblo es brindarles un auto de fe. Pues bien, dudo que Scorsese estuviese dispuesto a quemar en la hoguera a cientos de herejes que no profesases la misma fe que la suya, pero como buen director que es, si lo está para realizar esta película carente de cualquier complejo que le impida hacer un producto intencionadamente religioso. Oigan, a mí personalmente no me parece correcta la idea del cine como plataforma propagandística ya sea a favor de temas políticos, ideológicos o, en este caso, religiosos. Pero una vez inmersos en esta práctica tan habitual a día de hoy, aplaudo la entereza y, por qué no decirlo, las Santísimas pelotas de Scorsese por ser una especie en peligro de extinción en lo que se refiere a su propuesta fílmica. Estoy cansado, sin considerarme católico ni cristiano, de los directores progres que han convertido el cine en su coto particular para atacar y desprestigiar a diestro y siniestro las consignas de una religión, con claros y oscuros, todo sea dicho, sin ningún tipo de pudor. Por esto y, repito, sin ser católico, cristiano o afín al cine de propaganda, pienso que Scorsese consigue hacer una película decente e interesante, sin llegar a ser una revelación divina, aunque intente hasta en ciertas ocasiones facilitarte las visiones celestiales con primeros planos –tenebrosos e inquietantes– de la cara de Jesucristo.

En cuanto a lo que ataña al desarrollo del film, primeramente alabar la aparición del bueno de Liam en un papel en el que no estuviese pegando tiros a diestro y siniestro, o buscando a su hija por quincuagésima vez secuestrada por un grupo de terroristas, pongamos, albanokosovares. Digamos, también, que pensaba y esperaba que su papel fuera algo más principal en la trama y que su aportación fuese algo más que recitar plegarias apostatas con la misma cara de tipo duro con la que salva por quincuagésima vez a su hija del grupo terrorista de albanokosovares. En cuanto a las actuaciones de Andrew Garfield y Adam Driver, que siendo nacido en California tiene cara de tener algún pariente cercano en Funchal, no hay nada malo que apuntar, pero tampoco nada soberbio, en mi opinión. He de reconocer que soy algo chapado a la antigua en este sentido; me cuesta adaptarme a las caras nuevas del cine, aunque como he dicho, sus interpretaciones, aunque no pasarán a inscribirse en las paginas de las Santas Escrituras de las artes escénicas, consiguen mantener el tipo en sus respectivos papeles. En relación a las interpretaciones de los actores nipones, me han sorprendido de forma muy grata. No pienso dármelas de "enterao" y admitir que conocía a todos y cada uno de estos actores japoneses; hasta ahora, y que no sea por falta de ganas, sino más bien por cuestión de preferencia, no me he adentrado en el campo del cine japonés. Tengo una muy vaga idea de actores y películas de esta cultura que algún día pretendo conocer; pero obviando mi ya mencionada escasa ilustración sobre esto, las interpretaciones de algunos de ellos me han sorprendido para bien, como la de Issei Ogata en el papel de Inquisidor.

Algunos de los principales fallos (del guión) bajo mi punto de vista son, por un lado, la voz en off; la maldita voz en off que te lo explica absolutamente todo, masticando por ti hasta el último detalle de lo que sucede en la trama. Puede que en cierto momento sea factible, o hasta necesario, introducir este artificio que representa la voz interna del protagonista para hacer algún matiz sobre las reflexiones del susodicho a cerca de aquello que está presenciando o incluso de sus percepciones más intimas; pero creo que en este caso se abusa en exceso de ella y acaba siendo algo "cansina". Por otro lado, me hubiese gustado ver algo del viaje que ambos frailes enfrentan hasta llegar a tierras orientales. Sé que no es algo que hubiese tenido mucha influencia en lo que se refiere al desarrollo del argumento, pero me pareció que el cambio de escenario se produce de una manera un tanto brusca. Por último, otra de las cosas que me han llamado la atención, de forma negativa, han sido los intencionados errores lingüísticos que, al menos en la versión doblada al español, cometen los japoneses cuando hablan lo que se supone es portugués. Como es lógico, el hecho de que sean japoneses que no han aprendido a hablar este idioma precisamente en la Universidad de Coimbra, obligue a introducir fallos del lenguaje en sus intervenciones; pero la forma en la que estos se cometían me ha dado la sensación de que estuviesen insertados con calzador. En definitiva, puede que esté justificado por cuestiones de adecuación histórica, pero cada vez que hacia el final de la cinta un japonés se refería a los cristianos como “cristian” me revolvía un ápice en mi asiento.
Lucho Garmán
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6
8 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las escenas de la película nos muestra a Harrelson conduciendo su coche mientras degusta unas apetitosas setas alucinógenas. Pues bien, siento empezar esta humilde crítica de una manera tan brusca, desvelando probablemente una escena que a simple vista no tenga una enorme profundidad interpretativa más allá de aquella en la que podemos observar a un psicópata asesino alimentando su neurosis a base de droga blanda. Y digo bien: a simple vista; porque seguramente el bueno de Oliver Stone nos esté revelando, de forma subliminal y puede que hasta inconsciente, el menú del que hizo buena cuenta el día que se le ocurrió rodar esta película.

En definitiva, un compendio de imágenes grotescas, absurdas, extremadamente violentas, hipnotizantes y psicodélicas que se vienen a la vista del espectador periódicamente a lo largo de la narración de un argumento que coge fuerza en los últimos compases del mismo. De ahí que mi nota no haya estado por debajo del aprobado y se alce con un 6, bien acompañado del apelativo "interesante", ya que es lo único que me ha terminado pareciendo esta seta alucinógena en forma de producto cinematográfico. En cuanto a las interpretaciones de los actores me ha llamado la atención las de Juliette Lewis y Tommy Lee Jones por distintas razones: La primera, debido a la gran similitud que he encontrado en el personaje que interpreta en esta película con aquél que realiza en "Kalifornia" de Dominic Sena. Parece que a esta chica se le da de maravilla interpretar papeles de chica bobalicona e intantiloide; guardando las distancias de ambos personajes, las similitudes entre Mallory y Adele saltan a la vista, desde el carácter simplón que he mencionado anteriormente hasta su función de acompañante sentimental en ambos casos de un demente asesino. Dejando a un lado las similitudes, la interpretación de Mallory Knox, el personaje que nos ataña, no deja nada que desear. Por otro lado tenemos el papel que interpreta Tommy Lee Jones como el alcaide "pirado" de la prisión donde se encuentran recluidos los dos protagonistas; si bien se trata de un personaje secundario que aparece hacia el final de la cinta, me he encantado la excentricidad con la que Jones da vida a este más que excéntrico personaje, valga la redundancia. Harrelson adecuado en su papel de Mickey Knox, resaltando las respuestas que le proporciona a Downey Jr. en la entrevista que le concede en la cárcel. Este último acertadísimo también como el periodista carroñero ávido de primicias, sensacionalismo y fama: espejo triste de gran parte del mundillo que hoy en día campa a sus anchas en las televisiones de todo el mundo y que de forma angular pretende este film hacer crítica.

Para finalizar, en cuanto a la famosa polémica surgida alrededor del descontento de Tarantino con el resultado de la película, creo que si esta hubiese sido dirigida por el susodicho director, el resultado no hubiese sido mucho mejor. Quizás sea debido a mi poca devoción por el método tarantinesco, pero me atrevería a vaticinar que el resultado hubiese sido similar, si bien con más litros de sangre por metro cuadrado.
Lucho Garmán
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