Un film divertido, entretenido, lleno de detalles críticos con la sociedad en la que subsistimos, en la que tenemos sí o sí que vivir. Pero la forma de sugerirlo, de criticarlo, es formidable, ya que utiliza herramientas, siempre con mucha sutileza, como el humor y la ironía, y se pega mucho a la línea surrealista, pero sin sobrepasarla, aunque muchos crean que todo es muy surrealista. Yo diría, sin embargo, que la vida es, realmente, surrealista, depende de la perspectiva con la que se mire.
Es una gran película. Hal Ashby sabe contarnos ésta historia de una manera divertida. Pero Ashby no hace sólo ésta comedia para hacernos reír. El guión de Kosinki no trata una simple historia surrealista e increíble (sobretodo en la parte final) para crear un escenario humorístico, sino que alude, y principalmente, a las esferas de poder. Señala a éstas esferas como las únicas gobernantes de todos nosotros (eso queda principalmente claro al final del film). Éstas dominan a los supuestos gobernantes, y éstos se comportan como marionetas en manos de los realmente poderosos, que hacen y deshacen, y quitan y ponen a su beneficio, a su interés, a su antojo.
La película aún va más lejos, además de contarnos, también, lo que pueden o no ayudar las apariencias (uno con mono de trabajo tiene que ser un ignorante y peores cosas porque sí, sin embargo, uno con traje y corbata, comedido en sus diálogos y con cierta elegancia, es un señor culto y respetable.), nos muestra, no sólo quién decide quien gobierna, sino que un pobre ignorante, en este caso amante de las plantas y de la televisión, puede llegar a gobernar, a aparentar que gobierna, el mundo. Todo está exagerado, obviamente, sino no tendría gracia, pero aunque parezca mentira es una sátira sacada de la realidad. Al menos yo lo creo así.