Amena película con Rebeca de Morcillas que no pasa de la simple corrección y que en múltiples ocasiones, incluso sugiere una gran ingesta de lsd para creer lo que uno ve, es decir, me creo lo que escucho pero no lo que observo.

El día de Mocedades comienza con fuerza, y siempre consigue mantener el interés, desde el comienzo, eso es cierto, pero el desenfreno, el despelote, el Boris Izaguirre enganchado al cojín con su culo parlanchín pidiendo florete no tarda en reivindicarse, con sucesivas aparentes muertes que no son muertes, balazos , descargas eléctricas, resurrecciones constantes, no sé como el director no decidió incluir un cameo del gorila Dawkins con gorrito de baño, sinceramente.

Y ese es principalmente el lastre de Mocedades, el exceso de cachondina en múltiples disputas acaba convirtiendo el film en algo olvidable aunque tampoco para fusilar al amanecer, la verdad.


Se despide desde la cibeles.

Raúl González Blanco luciendo un emotivo burkini y una poderosa máscara de cuero, colaborando en su tarea de hacer mejor el mundo, y en compañía de un cariacontecido Pérez Burrull, que aún sigue sin explicarse cómo puede flotar sin hundirse asomando entre sus nalgas un fulgurante bate de béisbol y una espada salvaje de Conan incrustada en su joroba, sobra la cual, Raúl alardea, bota y rebota sin cesar, recibiendo una calurosa acogida por parte de los ciudadanos que en esos momentos acuden a resolver sus problemas diarios en la capital.