Billy Wilder era un absoluto genio, como director y también como guionista: sólo por citar un detalle, IMPORTANTISIMO como cualquier detalle en todas sus películas, ¿A quién se le ocurriría colocar a tanta mujer por el suelo o subida sobre una mesa, -En Ariane: Audrey por el suelo buscando un zapato, o subida sobre la maleta de Cooper; en Uno dos tres: la escena de los 3 rusos votando un plan secreto para contratar a la rubia secretaria americana que baila subida sobre la mesa; en Bésame tonto: Kim Novak, como persuasiva y deseada mujer de la calle, que por una noche hace de esposa enamorada y baila borracha sobre la mesa del comedor del hogareño pianista; en Irma la Dulce a Shirley MacLaine bailando sobre Jack Lemmon en una agitada y repleta furgoneta policial-. Y que decir de como acaba el señor Wilder sus películas, con esas frases finales que resumen toda la historia y son como un sello de estos que en una oficina se pone encima de un expediente: algo así como VISTO PARA SENTENCIA -y si no pueden visionar la también maravillosa TESTIGO DE CARGO-, con esa sentencia final de Charles Laughton que es un final y un principio para otra película -¿Quién se atrevería a hacer Testigo de Cargo II?. Mejor que no lo haga nadie, porque es imposible mejorar la uno. Aunque eso ya es otra historia...
En resumen Ariane es una desconocida obra maestra, que tiene bastante parecido en el ambiente a la también muy divertida Charada de Stanley Donen. Una vez más Wilder es el que mejor retrata todo lo que nos enseña: la inocencia innata de Audrey, el embrujo del amor y de París y la facilidad y a la vez hastío con el que conquista el maduro Gary Cooper. No estoy nada de acuerdo con que sea un fallo de la película que Cooper sea un madurito y ella una jovencita, porque justamente ese es el tema de la película, el como ella se siente tan atraída por el playboy Cooper que es tan diferente al amoroso padre de ella, el también fantástico detective Maurice Chevalier.
Enésimo 10 de Billy Wilder.