La película hará las delicias de quienes confunden la cocina con una carrera de fórmula 1 e idolatran la supuesta biblia de la calificación "Guía Michelin". Para los que piensan que, para elaborar buenos platos, no hace falta ser un cocinero psicópata neurótico, maltratar a los ayudantes, trabajar a contra reloj y perder el oremus para obtener una buena crítica de la citada guía, la película es un auténtico petardo. El aspecto de "las buenas recetas" que aparecen, sin duda ha sido asesorado por profesionales pero la histérica forma de preparación no es el camino para conseguirlo. A parte, los traumas particulares del protagonista sólo sirven de pretexto para ejemplarizar, a modo justificación, una poco creíble y folklórica rehabilitación gracias al esfuerzo por el arte y la bondad de las hadas madrinas. Sólo salvan los muebles la buena calidad de los actores, en particular, Emma Thompson, espléndida como siempre, en su breve papel.