Por diós, qué maravilla.
Me suele pasar que cuando veo una película en el cine no la hago mía hasta que la veo entre mis cuatro paredes, y ayer volvió a ocurrir. En el cine me pareció una gran película, ayer me pareció una obra maestra.
Eastwood me cogió las pelotas desde el minuto uno y me las devolvió bien pateadas en esas bellísimas notas de piano que anuncian el final. Siendo el segundo visionado, pude sentir el aliento de la tragedia desde el primer momento, desde que ella aparece en escena en el pasillo de vestuarios en un plano oscurísimo donde sus ojos no están iluminados, como si se tratara de un espectro. Qué maravilla de historia. Qué maravilla de actuaciones. Qué maravilla de dirección. Qué emoción, qué desgarro, que contención, qué consternación, por el amor de Brando. Me noqueó.
Ayers, me retracto de parte de lo dicho hace poco.
Eastwood, no te mueras nunca