Un enorme ferry atraca en un pequeño pueblo costero, Siglufjordur, del norte de Islandia en pleno invierno. Al mismo tiempo se descubre el tronco de un cadáver humano en las aguas oceánicas del lugar, lo que hará que la policía local, compuesta tan solo por tres miembros, bloquee la salida del puerto de la nave. Una increíble tormenta de nieve empeorará la situación al dejar completamente aislada la localidad. Otro asesinato posterior complicará los hechos y reabrirá un pasado, conocido por toda la comunidad, sórdido y cerrado en falso.

Baltasar Kormákur es el creador de esta historia al tiempo que dirige el primero y el último capítulos de los diez de los que consta esta serie, que con una enorme sobriedad de guion y dirección narra una intriga criminal, policial, y, al tiempo, el drama personal de Andri Ólafsson, el jefe del puesto de policía, que ve en juego su prestigio profesional, ya deteriorado gravemente años atrás, cuando ejercía en Reikiavik, mientras asiste al derrumbe de su vida personal.

Destacaría notablemente varias cosas en esta producción cien por cien islandesa, tanto en su parte artística como técnica, de un alto coste económico, 6 millones de euros, cuando en principio iba tan solo dedicada a un público local compuesto por 332.000 habitantes (su posterior éxito internacional sorprendió, en primer lugar, a sus creadores). Su concisión, alejada de cualquier artificio para atraer tramposamente la atención del espectador, la tensión, gradual y constante en todo momento, y un argumento complejo, a la vez que desarrollado de manera sencilla, son sus mejores logros; todo ello sustentado por una eficaz dirección e interpretación en su conjunto, siendo especialmente destacable la de Ólafur Darri Ólafsson en su papel protagonista, quien compone con maestría la figura de un hombre, de vuelta de muchas cosas, el cual ve cómo lo poco que le queda, y lo más valioso, su vida familiar, se desmorona y que su honestidad conduce a que ello se produzca de forma irremediable.