Chela (Ana Brun) y Chiquita (Margarita Irún) son una pareja cerca de la ancianidad que vive en la casa donde nació la primera. Mujeres de la alta sociedad, sin familia, pasando tales apuros económicos que las están llevando a vender muebles y distintos enseres de su hogar para poder subsistir. Dichos artículos son de casi exclusiva propiedad de Chela, quizá por ello sufre más que su compañera la situación en que se encuentran, padeciendo una clara depresión. Chiquita, por su parte, parece afrontar con mayor entereza las circunstancias, a pesar de que va a ingresar en prisión provisional por no haber podido hacer frente a unas deudas.

Triple aislamiento de las protagonistas: por su homosexualidad, su ridícula y elitista clase social, y por su pobreza dentro de esta. Como dije al principio, para el personaje de Chela es aún peor por su pusilanimidad y debilidad para hacer frente a las circunstancias económicas adversas, y por sentirse, en gran medida debido a lo anterior, manejada por su compañera. Será curiosamente cuando la ausencia de Chiquita llegue y se vea obligada a trabajar, algo que probablemente no había hecho en su vida, haciendo las veces de taxista, con su propio coche, para señoras de su alcurnia, cuando se le abra una posibilidad en su horizonte al conocer a Angy (Ana Ivanova), una mujer bastante más joven que ella y de carácter diametralmente opuesto.

Marcelo Martinessi (46 años) debuta en el largometraje con esta obra cuyo guion también es de su autoría. Según sus propias declaraciones en diversas entrevistas, Martinessi ha querido trasladar a su película la sensación de encierro interior que sintió durante su infancia, y de cierto enclaustramiento mientras vivió en su ciudad natal, Asunción, tanto por vivir el país bajo una dictadura, como por lo cerrada que era la alta sociedad a la que pertenecía y a la que critica. Y lo cierto es que lo consigue. Su opera prima es una obra oscura, literalmente, de secuencias casi siempre en interiores, ya sean de domicilios, prisión o automóvil; en atardeceres, días lluviosos u horas nocturnas; todo ello llega a transmitir al espectador una buscada sensación de claustrofobia. Cinta de escasos diálogos, y sin que estos busquen trascendencia alguna, pero que expone claramente las sensaciones personales de las protagonistas y sus situaciones, algo que el director consigue dando en todo momento la cadencia y silencios necesarios, y valiéndose de las grandes interpretaciones de todo el elenco, exclusivamente femenino.