Con más de medio centenar de adaptaciones de cine o de televisión, sin contar grabaciones, óperas o ballets, el personaje Carmen que creara Próspero Merimée en 1845 nunca ha dejado de atraer al mundo del arte.
Incluso al político, pues no pocos han creído ver que la misoginia de Sabino Arana o del primitivo Partido Nacionalista Vasco que fundara, hunde su raíces en el desprecio y la manipulación que sufre el joven militar navarro por parte de Carmen, que acabará con su carrera profesional e incluso con su vida.
En el mundo del celuloide encontramos ya una primera versión italiana de Carmen en 1909. Hasta 18 conocerá el cine mudo, con directores como DeMille, Chaplin o Lubitsch. Más tarde aparecerán las versiones sonoras firmadas por directores como Godard o Saura.
Pues bien, entre todas estas producciones británicas, austriacas, soviéticas e incluso japonesas, sin duda una de las más destacadas es esta de Florián Rey e Imperio Argentina.
Rodada en plena guerra civil, en parte en estudios alemanes como muy bien se ha dicho, muestra la historia eterna de la cigarrera Carmen (Argentina), del brigadier José Navarro (Rivelles) y del torero Antonio Vargas Heredia (Luna).
Se trata de una adaptación bastante libre del mito que tiene en el centro la figura de Carmen, alrededor de la cual gira el resto de la trama y del elenco. Su interpretación, sus bailes y especialmente sus canciones inmortales es de lo mejor del cine español.
Partiendo de un buen guion, Florián que firma la obra en calidad de "realizador" compone un drama muy sólido, con unos personajes principales creíbles y profundos y un reparto con discretos toques cómicos. Ritmo sostenido y acción constante.
Extraordinaria ambientación. El humo de las tabernas, el vino de los jarros, la vida cuartelera de provincias, la miseria de aquella gente que se jugaba la vida todos los días en el contrabando, la pasión taurina, el lóbrego Penal de Santa María, la visita a la pitonisa ... el amor eterno de Sevilla, "¿Qué sabes tú cómo se quiere en Triana".
Amores desgraciados para una mujer bella a la que anuncian las cartas un "querer de maldición", amores malditos con "cruces de hierro" como las rejas de las casas o de la prisión. Una mujer bella cuyo rostro aparece en esos primeros planos tan contrastados, de blanco o de negro, sin esos tonos intermedios que suavizan y humanizan la cara.
Escenas imborrables como la degradación del militar, el reflejo en el cristal mientras se cambia de ropa Carmen para ir a prisión, los brindis donde se rompen las copas mientras se echa mano a la faca ... la capilla ardiente al torero en la Maestranza.
Carmen como prototipo de la mujer libre de ataduras ... también en lo sentimental, "El hombre que me quiera me tiene que querer en mi terreno".
José, el brigadier llegado de Elizondo (Navarra) cumple aquí como el "antidonjuán", el reverso del otro mito, el que padece sus carnes las penas del amor.
En cierto modo, salvando naturalmente las distancias siderales que van del drama romántico a la comedia, la cinta nos ha recordado un poco a "Ocho apellidos vascos" (2014) cuando Amaia (Lago) visita Sevilla en su despedida de soltera cargada de prejuicios, o incluso a "Bienvenidos al Norte" (Boon, 2008). ¡Cuantos de estos tópicos geográficos proceden de la ignorancia, de la literatura ... o del mismo cine!
Resumiendo una buena película, imprescindible para conocer la Andalucía decimonónica, con una magnífica interpretación de las grandes coplas españolas. Para pasar un buen rato.