En "El aviso" nos encontramos a un desdibujado Daniel Calparsoro jugando a disfrazarse de Oriol Paulo, y al final el experimento le acaba saliendo pichí pachá.
Y es que, la filmografía más reciente del realizador catalán se basa, única y exclusivamente, en ir subiéndose al carro de los fenómenos que más se llevan en cada momento dado. Algo que, para mi gusto, lo está matando. Yo antes lo respetaba, pero de un tiempo a esta parte me he bajado de su barco, y "El aviso" no será la obra que me haga volver a subir. Es cierto que cuando vives de guiones ajenos, tu nivel depende mucho de terceros. Pero achacar esta mala racha a la carencia de buenas historias en nuestro cine ni yo me lo creo como excusa. Y menos viviendo en el thriller, que das una patada a una piedra y sale un guion.
A ver, en la base del relato hay un algo especial, lo admito. No se muy bien el qué, pero algo intuyo que hay. Si es que hasta asoma la patita un cierto regusto a fantástico oscuro con regresiones o algo parecido. Pero es que al final el guion de "El aviso", basado en la novela homónima de Paul Pen, tiene un claro problema de base y es que ha pasado por demasiadas manos. Hasta Jorge Guerricaechevarría anduvo por ahí en algún momento, quien ya ha colaborado con anterioridad con el director. Y lo malo es que cada guionista ha dejado su impronta y luego nadie se ha molestado en que hubiera cohesión entre dichas ideas. Por ello casi que el análisis de la verosimilitud del conjunto mejor lo dejamos para otro día.
"El aviso" también acaba resultando una película tremendamente desganada. Da la impresión de que todo el mundo andaba un poco con el piloto automático encendido.
En fin, a ver si Daniel Calparsoro empieza a remontar porque se ha entregado a un tipo de cine puramente de industria y vaciado de alma que no le está ayudando.