Porque no solo de Alexandre Aja o Andrew Traucki podía vivir el mejor cine de horror submarino reciente, el catalán Jaume Collet-Serra decidió presentar credenciales —como si le hicieran falta tras "La huérfana" (2009)— con esta excepcional vuelta de tuerca al subgénero de escualos sedientos de carne humana titulada "Infierno azul".
Sobra comentar que ahí sigue Jaume Collet-Serra, dale que te pego en yankeelandia. Esta vez deja tranquilo a Liam Neeson y agarra a Blake Lively, tour the force mediante, para meterla en un descarnado cara a cara con un insaciable tiburón en la genial "Infierno azul". Una cinta sencilla pero eficaz, y muy bien filmada. Y eso de aparcar por una vez alta mar para llevar la trama a la mismita costa me parece una idea estupenda. Tener la salvación tan cerca al mismo tiempo que tan lejos es un buen tanto que ha de apuntarse el film.
Innegable que toda esa moralina sobre la relación de la protagonista con su familia en general, y con su madre en particular, acaba rechinando un poco. Algo que también le sucedía a la "Infierno bajo el agua" (2019) de Aja. Pero igual de innegable es su condición de peaje asumible dentro de esa argucia hollywoodiense para no arrinconar ciertas obras únicamente en el cine de terror. Hay que colocar el pertinente fondo de armario que atrape al ajeno, y a ello atiende ese recurso que extrañará al devoto. Al margen de eso "Infierno azul" es un producto que no escatima en crudeza.
En fin, muy a favor de "Infierno azul".