Yeon Sang-ho se estrena en el panorama televisivo con "Hellbound", adaptación de su propio webtoon que llega de la mano de Netflix. Y la verdad es que, aun con sus cosillas, es un producto que voy a defender.
Voy con 'sus cosillas'. Con algunas, al menos.
Aparcando el hecho de que nadie que venga del mundo del cine sabe qué narices es una serie y cuáles son sus mecanismos, algo que cada vez tengo más claro y por lo que ya casi que ni merece la pena enfadarse, el gran problema de "Hellbound" es su tremebunda irregularidad. Estos seis —¿Primeros?— capítulos son inmensamente desiguales, dando como resultado una temporada amorfa. Por ejemplo: con todo lo que se cuenta en estos episodios hace dos décadas Abrams, Lindelof y compañía se hubieran cascado, sin mayor esfuerzo, tres temporadas de veintitantos capítulos cada una. Cosa que, honestamente, hubiera preferido. Pero hace tiempo que la televisión, si es que se le puede llamar así a esto, perdió el rumbo. Y así nos va. Fruto de ello nos topamos, por ejemplo: con incómodos y hasta incomprensibles saltos temporales que incordian más que ayudan, aunque tengan mucho sentido. O desconcertantes cambios de protagonista a mitad de viaje. "Hellbound" quiere abarcar mucho, y ya sabéis eso de que: quien mucho abarca, poco aprieta.
Luego también le sucede al producto que se pasa todo el rato abriendo puertas, pero no cierra ni una. Y cuando no hay luz verde a una segunda temporada, que a fecha de hoy no la hay, me parece un suicidio creativo.
No sé, son imperfecciones que hacen el trayecto tremendamente bacheado, aunque a la postre me haya resultado satisfactorio.