"Devs", aka "Las cosas de Garland", me ha seducido tanto como sus dos películas anteriores. Aunque una particular seña de identidad del cineasta, amplificada quizás aquí por el formato del producto, hace que, de primeras, le profese más amor tanto a "Ex-Machina" (2014) como a "Annihilation" (2018). Luego ya en frío se equilibrará la balanza, muy probablemente.
El determinismo, el multiverso, el libre albedrío, ordenadores cuánticos, los límites de la tecnología, magnates tecnológicos disfrazados de mesías unido al complejo de Dios que tiene el ser humano, el amor como único timón en nuestras vidas, paralelismos bíblicos, una atmósfera rara… Todo ello, y más, hace de "Devs" un viaje absolutamente provechoso.
No pienso negar que, a lo largo de este in crescendo de ocho capítulos, me hubiera gustado que por las venas de los personajes hubiera circulado sangre, y no horchata. Eso, en una película de hora y media o dos horas, se puede encubrir, pero en un producto de más de siete es imposible. En ese aspecto en "Devs" el cineasta queda absolutamente a descubierto, a expensas del enemigo.
Pero en fin, con sus más y sus menos, Alex Garland siempre en mi equipo.