Si lo pensamos con detenimiento, la película nos trae un trozo de la historia francesa de poca relevancia, por mucho que esté basado en hechos reales. Realmente, las vicisitudes de los protagonistas reales no son tan interesantes como para haber hecho una película con estos medios, aunque la ambientación está muy conseguida y el director consigue meternos en el París de finales del XIX y mantenernos interesados hasta el final. Destaca especialmente la interpretación de Grégory Gadebois, que borda su papel desde el primer plano hasta el último. A quien no he reconocido ha sido a Emmanuelle Seigner, muy distinta de "Luna de hiel", también de Polanski.