Cuando me pongo a escribir estas breves líneas aún estoy un poco en estado de shock por este film. No soy muy conocedor de este director coreano (Park Chan-wook), la verdad. Sólo he visto, en el momento en que esto se escribe (y que a lo mejor alguien alguna vez lee) este film y “Stoker”.
Ya digo, estoy muy impresionado por la película; en los dos sentidos de la palabra. Impresionado porque se trata de una película bella y original y también porque no he podido dejar de sentir, en al menos media docena de ocasiones, un asco que me revolvía las tripas. Es cierto, en no pocas ocasiones he tenido que taparme la cara o retirar la mirada de la pantalla porque algunas escenas son demasiado violentas y explícitas en exceso. Pero también hay que destacar una voluntad de estilo, un ansia de poetizar la violencia, de arrojar cualquier atisbo de vulgaridad en sus escenas más escabrosas que, en verdad, subyuga. Así, uno se encuentra en la difícil postura de reconocer que está viendo imágenes bellas que cuentan sucesos deleznables y despreciables.
Para mí es muy difícil calificar un film como este porque me debato entre el rechazo que me producen las películas tan sumamente violentas y la admiración tanto por la forma de rodarlas como por la capacidad del director de esquivar cualquier tópico que pueda asociarse a este tipo de thrillers.
En efecto, cuando empecé a ver la película me decía a mí mismo, “ah, esta es de las típicas en las que pasa esto, esto y esto” y cada una de mis expectativas se iban haciendo añicos conforme avanzaban los minutos dejándome noqueado y con los ojos como platos. En cada fotograma, la película me iba llevando por caminos inesperados y pocas veces explorados que, aunque no eran de mi gusto, no dejaban de sorprenderme.
Ante esto, poco se puede decir de la trama. Por lo poco que sé, es la primera de una trilogía en la que el director aborda el tema de la venganza. En esta deja muy claro que la violencia sólo engendra violencia y que todos nuestros actos tienen consecuencias que pueden llegar a ser funestas. Que actuar más con el corazón que con la cabeza no asegura que nuestros actos deban ser necesariamente buenos. Pero, a la vez, el espectador no puede dejar de sentir cierta simpatía (o empatía) por esos personajes que buscan en la venganza la manera de sentirse mejor porque, al fin y al cabo, se trata de una cosa que “tienen que hacer”. Este y otros mensajes (el capitalismo salvaje que hace que se trafique con órganos, por ejemplo) hace que no se pueda pensar que es una película en la que se desatiende el contenido, en absoluto. Así, aunque la forma, el estilo es donde el autor se luce, el argumento no es cosa baladí, vamos.
En definitiva, debo replantearme el ver sus demás películas. Demasiado mal rollo para mí.