Esta película de Christophe Barratier está tan finamente ajustada en cada uno de los detalles con los que se entreteje la trama que no se encuentra un reboso de exageración ni falacia para hacernos llegar al clímax al que finalmente nos lleva, y siendo así totalmente sobria y elegante al mejor estilo francés nos muestra como los niños resignados en la caja, la prisión de la correccional de Fond de l'Etang comienzan a encontrar la redención a través de la máxima forma de expresión que los seres humanos desarrollamos; la música.
La música como liberación, como revelación y rebelión en la voz del coro y muy especialmente el muchacho con cara de ángel pero "poseído por el diablo" interpretado por Maunier y dirigido por el Maestro -gran representación de Jugnot- que en una hermosa alegoría se convierte en el liberador sin más ofensa que la mano que dirige para enseñarlos a cantar y luego guiarlos en el canto y ellos miran hacia arriba cual si fueran ángeles queriendo escapar de una realidad deprimente y lo logran a partir de la melodía coral mientras nosotros solo podemos limitarnos a escuchar,a escuchar a aquellos que estando en la cárcel nos llevan al cielo.

Sinceramente me he mantenido sentada durante la hora y media que dura película con la piel de gallina, los ojos llorosos y el corazón a punto de saltar de mi pecho por que no hay mejor droga que la música y creo firmemente como en la película se logra recalcar que es a través de ella que los esclavos dejan de estrechar cadenas y logran alcanzar la dignidad y con ella la felicidad. Una obra maestra.