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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
7
Drama. Romance "Había una vez un joven príncipe cuyo padre, el rey de Oriente, lo envia a Egipto para encontrar una perla. Pero cuando llega, el pueblo le sirve una taza. Al beberla, se olvida de que era el hijo de un rey, se olvida de la perla y cae en un profundo sueño." El padre de Rick (Christian Bale) solía leerle esta historia cuando era un niño. En la actualidad, siendo Rick ya adulto, el camino hacia Oriente se extiende ante él. (FILMAFFINITY)
28 de abril de 2018
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que me sorprende de “Knight of Cups” es que no se haya estrenado comercialmente en las salas de España. Independientemente de la supuesta acogida que hubiera tenido en taquilla, con un reparto como el que tiene y viniendo de un director que cuenta con adeptos, responsable de una de las pocas obras maestras que este nuevo siglo ha dado, como es “El árbol de la vida”, hubiera merecido su estreno. Esto hecho tan garrafal es un fiel reflejo cultural de nuestro país, cada vez más cicatero y recalcitrante, en el que no se duda estrenar mierda a granel antes que películas de autor. Esta imperdonable censura cultural boicotea que el espectador pueda seguir la trayectoria de este polémico director, dando preferencia a subproductos para descerebrados. Y claro, lógicamente luego nos quejaremos que la gente cada vez, de entrada, no se sabe comportar en una sala de cine, comiendo chucherías como cerdos o hablando como si estuvieran en el salón de casa y con el móvil encendido. Y ya mejor ni hablemos de su nula apreciación artística...

Y es que “Knight of Cups” podrá gustar o no, el espectador es libre de apreciarla o despreciarla como con cualquier film, pero mucho más en esta ocasión teniendo en cuenta que es de Malick, el cual levanta pasiones extremas de todo tipo, pero para mí tiene al menos una serie de valores que la libran de la mediocridad a la que el cine en estos años nos tiene acostumbrados.

A partir de este momento nos sumergimos de lleno en un terreno de lo más personal, afirmando que con esta película su director se recupera del que para mí fue su desliz, “To the Wonder”, la única que considero fallida de su autor, afirmación que indignará a los borreguitos que consumen cine, que no a los cinéfilos. Por muy duro o elitista que suene es así. Porque ya está bien de pretender justificar lo injustificable o respetar a los que arremeten contra lo diferente o personal, sin medir su virulencia a base de prejuicios.

“Knight of Cups” está dividida en varios bloques que se relacionan entre sí, alternando su narrativa. Es algo que ya había hecho anteriormente y aunque no se parezca “a priori”, hay paralelismos que se pueden establecer con el “8 y medio” de Fellini con esta historia de guionista en crisis de identidad.

En esta ocasión Malick no se estanca, bucea, va de un extremo a otro. Las referencias cinematográficas van desde a “Solaris” de Tarkovski a “Zabriskie Point” y a mucho del cine de Antonioni. Al principio del film se nos advierte que para mayor disfrute pongamos el volumen alto... recomendación algo fuera de lugar, no hacía falta, sobre todo porque parecía una recomendación algo macarrónica en un mundo saturado de ruidos, y ni decir que si su banda sonora hubiese sido heavy metal los vecinos, como siempre, hubieran sido los más prejudicados. Aquí el recital audiovisual es estremecedor, combinando todo tipo de música, en una banda sonora de Hanan Townshend que se alterna con casi medio centenar de temas, unos cuidados efectos de sonido, maravillosas localizaciones, un montaje de lo más vivaz y, sobre todo, una portentosa fotografía de Emmanuel Lubezki, uno de los mejores del mundo y que por este trabajo hubiera merecido al menos una nueva nominación. Repetimos, es algo que casi aturde. Por ello conviene reseñar que no es un largo anuncio publicitario. El llegar a esa conclusión implica no tener ni idea de lo que se habla. La publicidad ha robado técnicas, escenas de otros films y está, en su mayoría de ejemplos, hueca, no hay nada detrás. No es el caso de “Knight of Cups”. Distinto es que muchos intenten emularle pero nunca van a llegar al nivel de Malick. Todo se nota que está pensado y con intenciones, unas intenciones que pueden, a veces, escapar de control, pero que nunca son gratuitas. Le pasó desde “Malas tierras” o con su segundo largometraje, “Días del cielo”, que muchos se quedaban apreciando su envoltorio sin atisbar que había mucho más detrás. Es el sello creativo que se está forjando su director, que posee una identidad propia hoy por hoy, y que a mí, aunque patine, me interesa más que el triunfo mediocre de otros.

El uso excesivo de la voz en off o reiteraciones a la hora de plasmar las relaciones de los personajes puede que le resten puntos para llegar a ser redonda, pero sus dosis de riesgo y su capacidad poética es innegable. A estas alturas es uno de los directores más personales del cine:

Poco sabemos de su vida personal, no concede ni entrevistas ni quiere ser fotografiado, cuenta con el máximo respeto de sus compañeros que han hecho retratos de una América nada convencional (de Coppola a Scorsese, pasando por Ashby o Mazursky). El hecho de haberse dedicado no solo a estudiar filosofía en Harvard o en Oxford, si no a dar clases o trabajar como reportero para revistas como “Life” o “The New Yorker” y desaparecer durante casi dos décadas del panorama cinematográfico le hacen especial, no es que pretenda serlo de una forma impostada. En un futuro parece que se adentrará en el mundo del documental.

Y hay mucho más que decir, sea de trabajar sus estructuras narrativas o de sus actores, los cuales sirven perfectamente a sus intenciones, a veces con planos que dan intenciones en varios segundos. Podríamos hablar más incluso del guión en esta película y de sus posibles interpretaciones. Con sus más y sus menos, creo que se trata de un buen film, que no comprendo como esa masa inmunda que es el submundo de los críticos, cada vez más sospechosos de sobornos o de dejarse influir por modas, desde hace años, le ha dado la espalda. Cualquier aficionado al cine no debe fiarse de ellos y debe seguir el rastro a uno de los cineastas más interesantes de la actualidad.
Maggie Smee
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