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Voto de Ethan Edwards:
6
Thriller Anna, Georg y su hijo Georgie van a pasar las vacaciones a su bonita casa a orillas de un lago. Sus vecinos Fred y Eva han llegado antes que ellos. Las dos parejas quedan para jugar al golf al día siguiente. Mientras padre e hijo preparan el velero, Anna prepara la cena. De repente, Peter, un joven muy educado que se aloja en casa de los vecinos, se presenta para pedir que le presten algunos huevos porque a Eva no le queda ninguno. De ... [+]
7 de enero de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La he calificado con un 6, interesante. Creo que lo es por dos razones. La primera es la extraordinaria interpretación de Susanne Lothar, sólo por ello ya merece verse la película. La segunda es por limitarse a describir la maldad y no a explicarla. En efecto, ahora que tan en boga está dar explicaciones (y a veces son precisamente esos razonamientos los que no nos dejan ver y sentir de verdad las emociones), atreverse a describir sin más ya es encomiable. Bien pues por esos dos apartados que constituyen la cara de la película.
Pero ¿cuál es la cruz? Pues hay algunos aspectos que hacen perder fuelle a la historia. Algunos son de menor entidad: la escasa reacción ante la muerte del hijo, por ejemplo, y alguna que otra fisura de guión así como los ocasionales pasajes de una lentitud innecesaria y desconcertante. Pero lo que de verdad a mi entender invalida la obra es la confesada intención del director: hacernos ver hasta qué punto nos atrae la violencia o la maldad. Para demostrárnoslo planea una ingeniosa treta: todos los actos violentos suceden fuera de plano menos uno y con éste saltamos de alegría. No, Sr. Haneke, eso es trampa. Como también lo es que quiera implicarnos en el juego a base de que uno de los personajes se dirija a nosotros y nos invite a participar cuando en realidad lo que consigue con ello es que mantengamos una distancia brechtiana y no entremos al trapo. El director da la impresión de que se ha sentido dios y ha querido manejarlo todo, incluidas las reacciones del espectador, y mantenerse así au dessus de la melée.
La pregunta que al fin vaga por mi mente es: ¿El Sr. Haneke detesta la maldad y la violencia o está fascinado por ellas?
Para acabar un ruego, Sr. Haneke, la próxima vez cuénteme bien una buena historia y déjese de moralinas y zarandajas.
Ethan Edwards
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