Notable película de Alex Proyas que vuelve a demostrar que su cine es muy personal a pesar de que cuenta una historia más que vista. El apartado artístico es 100% Proyas, con esos personajes vestidos de negro que se pasean por ciudades con edificios poseyentes de tejados tan altos que apuntan al cielo, como si de cipreses de cementerio estuviéramos hablando.

El cuervo como película no es una maravilla, más que nada porque realmente es una película que llega incluso con retraso. Su argumento y ejecución es la de una película de la década de los 80. Proyas suele incluir algo distinto en todas sus películas, algo que las convierte en entretenimientos visuales con cierto fondo, pero en El Cuervo no encontramos nada de esto, ni tan siquiera una explicación para la vuelta a la vida de Draven a modo de préstamo temporal para impartir justicia.

Pero de alguna forma, El cuervo está bien hecha como está, con esa sucesión de venganzas a lo Uma Thurman en Kill Bill maravillosamente llevadas a cabo por un Brandon Lee que recuerda también al Joker de Ledger en muchas ocasiones. Sin duda, más allá del mero gozo vengativo y la sesión de buena música es sin duda la parte visual lo que hace de esta película un referente en su género. El cuervo contribuyó, sin exagerar, a poner el gótico de moda, y la oscuridad con la que también jugó Proyas en Dark City es tan bonita que ver que los típicos planos que recorren la ciudad y que podemos ver en miles de películas, en este caso sean planos maravillosos, o como mínimo no de relleno.