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Voto de Cinemagavia:
9
Romance. Drama Elena imparte clases de baile, mientras que Dovydas trabaja como intérprete de lenguaje de signos. En el momento en que se conocen, se establece un hermoso vínculo entre ellos. Sin embargo, su relación será puesta a prueba cuando Dovydas confiesa a Elena que tiene sentimientos románticos por ella, pero que es asexual, es decir, no siente y nunca ha sentido deseo sexual por otra persona. (FILMAFFINITY)
15 de enero de 2024
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Elena y Dovydas

Slow es una película tan sencilla como arrebatadoramente profunda. No hay muchos personajes. La acción se sitúa casi por completo en Elena (Greta Grineviciute) y Dovydas (Kestutis Cicenas), nuestra pareja protagonista. Ella es una bailarina de danza contemporánea. Una chica que siempre ha vivido su cuerpo desde el placer. Le apasiona el movimiento y lo siente profundamente. Da igual que su cuerpo pueda tener más curvas de las habituales. Ella goza. Disfruta bailando y según intuimos también disfruta del sexo. Aunque ya desea estabilizarse en el terreno del amor. Conseguir que sus relaciones duren más de unos meses.

Por su parte, Dovydas es un tipo totalmente distinto. Él trabaja como intérprete de lenguaje de signos. En una profesión que ya de primeras parece antagónica por su carácter estático. A pesar de ello, ambos se conocerán gracias a un curso de baile para sordos que impartirá Elena. No costará que ambos comiencen a compartir paseos y charlas encantadoras. En las que ambos se reirán mucho, ya que el humor impregna gran parte de la cinta. Sintiendo los dos una innegable conexión. La dificultad aparecerá cuando Dovydas le confiese a Elena su asexualidad.

*El deseo, el cuerpo

Sin duda, Slow es una película valiente que se decide por tratar un tema nada abordado por el cine. No se habla demasiado de la asexualidad, con lo que se agradece terminar de ver una película con la sensación de doble victoria. Ya que tratándose de una delicia a nivel cinematográfico, además, viene cargada con el obsequio de la pedagogía. Siempre gracias a un guion que dice poco, pero lo que dice siempre es acertado. Sutil y con una gran sensibilidad y aprecio por sus dos peculiares personajes protagonistas.

Dos personas tan diferentes como anhelantes de afecto y comprensión que se enamoran. Se enamoran de forma irremediable, mucho antes de empezar a profundizar en sus personalidades. Simplemente se sienten bien juntos. Pueden ser ellos mismos, sin tener que justificarse. Sintiendo, por fin, aquello que creían negado. Pero entonces él suelta la bomba. Sí, una bomba por lo inusual y por la forma de contarlo. Él es asexual. Él la quiere, querría tener una relación con ella. Pero no puede desearla como ella puede buscar de forma innata.

Es aquí cuando comienzan las dudas. Las fricciones. Entre el deseo de ella. Inevitable. Y la ausencia que hay en él. Un poco al estilo de lo que sucedía en la magnífica Her (2013), con ese amor entre un solitario Joaquin Phoenix y un sistema operativo. Un amor cruzado por la dolorosa falta de un cuerpo en el que dar rienda suelta a ese amor tanto tiempo cultivado. Aquí, en Slow, ambos tienen sus cuerpos pero para Elena la renuncia puede ser intrincada. Por eso habrá intentos un tanto dolorosos que conducirán a una bonita conclusión. No existe una forma más o menos acertada de vivir una relación.

*No hay una forma correcta de llevar una relación

Y es que al final Slow resulta una película sobre la aceptación. Sobre vivir con la realidad que a cada uno le ha tocado vivir. Sin tener que dejarse llevar por una sociedad que te dicte el camino a seguir. Así como sin definiciones excluyentes de lo que supone la masculinidad. Ya que Dovydas es un hombre como otro cualquiera. Un hombre que ama y que es amado. No importa la forma. Ni tampoco importa el grado de implicación fisiológica. Aunque obviamente en la cinta la masculinidad de Dovydas es puesta a prueba y él tiene que aprender a reaccionar.

Siempre con el cuerpo como territorio protagónico. Un cuerpo doliente que el cine ha mostrado muchas veces y que aquí alcanza el sobresaliente gracias a la dirección de Kavtaradze. Su manera de filmar las coreografías de Elena pone al espectador de inmediato en el estado de ánimo de la protagonista. Es todo dinamismo. Frente a la calma del mundo de Dovydas. Todo absolutamente sensorial y directo. Perfectamente combinado con las secuencias en la que ambos están juntos. Llenas de paseos por calles tranquilas y bucólicas, en los que prima el detalle. La luz. El despertar de los dos a un amor de esos que no se olvidan.

*Conclusión

En resumen, Slow es una preciosa historia de amor sobre dos personas peculiares. Ella, Elana, una bailarina de danza contemporánea. Él, Dovydas, un intérprete de lenguaje de signos que es asexual. Un tipo de sexualidad nada explorada por el cine que aquí se presenta de forma pedagógica y con gran tacto. Sin renunciar al humor y con una verdad inmensa que conmueve en cada plano. Gracias a su preciso guion y el dinamismo de su directora para filmar el cuerpo. El deseante de ella y el calmado de él. Sin duda una película que permanece en la memoria. Una delicia de las que hacen falta en estos tiempos oscuros.

Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Cinemagavia
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