Recuerda una obra de teatro, una casa preciosa como escenario, una música que deliberadamente parece formar parte del casting por su protagonismo y dos actores que se salen, sobre todo él, por sus poses, sus expresiones, sus silencios que hablan. Dos actores que practican un combate de boxeo dialéctico con asaltos incluidos, ahora yo, luego, tú y así hasta el final. No diré nada más de la trama porque hoy más que nunca se necesita no hacer spoiler y permitir que el espectador se emocione como lo hice yo sin que nadie lo influya.

Tanto el guion como la dirección me parecen impecables, la fotografía, los primeros planos, los planos secuencia, la administración de los silencios, las escenas exteriores rodadas desde el interior, la erótica de una cámara que también actúa.

Nada más comenzar el primer asalto dice ella: «Lo que sucede es que cuando sabes que alguien está a tu lado y te quiere, dejas de pensar en esa persona. Solo le haces caso cuando vas a perderla.» Y pensé en los millones de parejas que se identificarán con ella y con el hecho de que suele dar lugar a más de una separación. Pero a lo largo del combate, se dicen cosas que nadie se debería decir, ni siquiera cuando se fragua una separación de la cual se quiere sacar partido, cosas de las que al día siguiente te arrepientes en vano porque el tiempo no tiene vuelta atrás.

Otra escena que puede resultar interesante es aquella en la que él lanza un alegato contra los críticos, extenso, detallado e inmenso con el que más parece que su director que es también autor del guion pretende sacarse alguna espina o desquitarse por algo, lo hace a modo de monólogo ante la mirada impasible de ella, que solo ejecuta algunas muecas sonrientes que a mi juicio pueden puntuar para Óscar.

Pienso que el objetivo principal de una película es que te llegue, que te inspire emociones y conmigo Malcolm & Marie lo ha conseguido.