A Stellan Skarsgård se le viene viendo como un gran actor en el que se combinan uniformemente los dones del teatro y los del cine. Para la muestra, su reciente popularidad con el arribo de Nymphomaniac. Pero, seguro, en obras como Insomnia se puede resaltar aún más la presencia escénica de un hombre al que muchas veces se le ha visto como un singular actor de reparto y pocos minutos en cámara.
Seguramente Insomnia fue una gran película finalizando los años noventa. Tenía su tono sombrío y la fuerza de una culpa trasegando en la vida de un policía con el suficiente ego como para ser un gran personaje de novela negra. Sin embargo, al paso de los años le sobrevienen al filme sus pecados y sus excesos, y lo que pudo ser apenas interesante fue sin duda mejorado, o pulido, como dice otro comentarista, por Christopher Nolan. La historia da pie a muchas consideraciones sobre el hombre moderno: la soledad, el amor, la sexualidad, la culpa, el insomnio, pero con el paso de los años hemos visto algunas fórmulas para contar mejor historias como esta.