El cine, como el circo en esta obra maestra de Cecil B. DeMille, es el mayor espectáculo del mundo. Un medio mágico que nos puede mostrar mundos sin descubrir, violencia, amor, aventuras...
Multitud de personajes interpretados por actores en estado de gracia (Heston, Stewart,Grahame..) desfilan con total naturalidad ante nuestros ilusionados ojos. Una exagerada sinfonía de colores nos tranporta a los entresijos del circo y el regocijante sentido del espectáculo de Cecil B. DeMille nos brinda una serie de escenas de nítida simplicidad que en su conjunto resultan crear una obra redonda donde la inocencia y el drama más amargo pueden convivir sin estorbarse.
Algunos, llenos de prepotencia irónica posmoderna, creen que El mayor espectáculo del mundo no es tan valiosa porque según su opinión es inocente, infantil, enfocada al espectáculo, acartonada y carente de interés en la actualidad. Todo lo contrario, El mayor espectáculo del mundo es una película igual de vigente en la actualidad que en aquella época pues trata numerosos temas sin dejar de entretener y divertir: nos muestra el valor del esfuerzo humano, el drama da algunos hombres cuando pierden aquello que aman, la importancia del sentido del deber y de la profesionalidad, la ilusión de los niños y de los padres ante espectáculos grandiosos, historias trágicas de celos, codicia y muerte...
El mayor espectáculo del mundo nos hace soñar y resulta finalmente una muestra contundente de cine, del mejor cine; aquel que nos maravilla, aquel que hoy en día no existe debido al estúpido relativismo y apagada creatividad que acartona el arte contemporaneo.