La idea es simple a más no poder. Consiste en reunir a un elenco de actores archiconocidos entre los más jóvenes, drogarlos, desnudarlos y liarlos entre sí. No hay mas, eso es todo. La película está claro que es mala, muy mala, lo sé yo y seguramente incluso los directores también lo sabían en su momento pero del mismo modo también sabían que este coctel es sinónimo de éxito. Una forma un tanto ruin de arrasar en cartelera, más aun cuando la ministra de cultura está involucrada directamente en ella, pero efectiva al fin y al cabo.

Más cerca de catalogarse como película porno que de otro género el único fin que parece perseguir es poner cachondo al personal, y dado el esperpento ni lo consigue. De ahí que quien vea ‘Mentiras y Gordas’ esperando un mínimo de argumento se va a sentir engañado. Yo fui uno de ellos, y aunque ya deducía que la película iba a estar más cerca del 1 que del 10 no podía imaginar unas interpretaciones que rayan lo absurdo de todos y cada uno de los actores, en parte por la simplicidad de sus personajes, unidas a un guion pésimo. La crítica social, si en algún momento pensaron en ella, no existe o no se deja ver, no enseña nada, no hace ni quiere hacer pensar y además no da pena, o mejor dicho no da la pena que pretende dar.

Se deduce de lo dicho que mi recomendación respecto a esta película es que no se le ocurra verla a nadie que no quiera perder el tiempo.