Lo que menos me gusta de mí mismo, paradójicamente, es lo que más admiro. Me gusta mi criterio y odio a la vez no coincidir en multitud de ocasiones con lo que los demás ven hermoso, magnífico o adecuado.

Desde pequeño quería ser normal. Y esa normalidad pasaba por aceptar e integrarme entre el resto... Siempre deseé ser rebaño, formando parte de la masa, porque es cómodo y seguro. Pero mi naturaleza inquieta y volátil nunca lo permitió.

Hoy ha vuelto a suceder. Cuando comencé a ver La Vida de Pi, no quise aceptarlo, me negaba y resistía para que me pareciese bella (Visualmente se presenta inmensa) para que la historia resultara poética, calando en mi mente sedienta de algo, que aleje el tedio reseco.

La Vida de Pi, es una preciosa fábula, cargada, cargante e intrascendente. Repleta de moralinas trasnochadas, y buenas maravillas diversas.

Y ahora me odio, porque no quiero hacer esta crítica y desearía puntuarla con un diez, o por lo menos un ocho y después quedarme satisfecho y acomodarme en medio del rebaño que come la jugosa hierba que le sirven, y le gusta, y la disfruta.. y...