Creo que la postura ante esta película puede resumirse en lo que nos pasó a mi esposa y a mí. Somos de Buenos Aires. Vamos y la vemos un sábado en trasnoche, 1.15 de la madrugada. Viene con nosotros Paula, nuestra hija, de 18.
En el cine hay siete personas -en serio-, dos parejas y nosotros.
Empieza la película: Mi hija se duerme; yo lucho por seguir el subtitulado, que corre en forma vertiginosa; mi esposa lucha por entender una trama que se presenta intrincada.
Yo advierto: Mucha información cruzada, mucha denuncia vomitada en la pantalla. ¿El aspecto fílmico? No sé, creo que no fue hecha con criterio fílmico. Creo que se quería denunciar. ¿Qué? Lo que todo el mundo sabe, pero que la gente en norteamérica todavía no puede asumir: Que son ellos los terroristas. Pero ojo, no dicho en forma petardista, sino demostrado -o mostrado- con escenas reconocibles en hechos constatables en la realidad, si se tiene el tiempo y las ganas de atar cabos.
¿Es válido? ¿La función del cine no es entretener? Yo creo que está bien, pero está mejor si uno la ve como un no-estadounidense que ve un producto estadounidense que apunta a los estadounidenses.
¿Un intento infructuoso por mostrar, denunciar, hacer pensar a los estadounidenses? No lo sé. Pero valoro el esfuerzo, porque es pesado lo que denuncia.
Y, si lo pensamos con detenimiento, además de triste es trágico, porque cuando uno vé el enorme poder tecnológico que tienen "los malos", su codicia, su inescrupulosidad, su impiedad, y su ceguera ante todas las consecuencias que generan sus actos, uno se pone a pensar en esa parte del apocalipsis que se refiere a la Bestia diciendo: "¿Quién podrá contra ella?"
Por eso, abstracción hecha de la crítica meramente cinéfila, tomando al cine como expresión, vale. Al menos, vale para mí.