El hecho de hablar de la actualidad a través de la historia no me parece mal, al contrario. Y en el fondo, no me importa tanto el “mensaje”, o lo inevitablemente discursivo de cualquier película, siempre que esté al servicio de una buena labor visual y de narrativa. Como demostración de un supuesto progresismo, aquí tenemos a gente negra y asiática en papelitos secundarios; lo que desacredita esto por completo es, sin ir más lejos, una ausencia de violencia enfocada a todos los públicos, con todo bastante aseadito, una batalla no demasiado memorable… para mostrarnos después la muerte absolutamente horrible y truculenta de un homosexual. Que vivan los topicazos más sobados y rancios, claro que sí. Cine “comprometido” y tal...

Sale de vez en cuando un cura malvado lanzando unas arengas. Sale una Saoirse que es el centro de todo, interpretando a una reina católica absolutamente inmaculada y perfecta: nada menos que una abanderada del diálogo interreligioso y de los derechos de las minorías LGTBI, con un par. La Isabel de Margot Robbie queda por completo desdibujada, siendo posiblemente el personaje más rico en matices. Esto es así porque quien escribió el guion se olvida de ella para meterse en una subtrama gayer absolutamente delirante que ocupa un cuarto de la película y que rompe todo intento de ritmo y estructura; no sé si debido al afán por contarlo todo y que parezca que estamos viendo otra serie de televisión condensada en dos horas largas.

La narración no funciona y ni siquiera sirve para culebrón a lo Juego de tronos. Al final, lo más interesante, la relación distante, de rivalidad y respeto mutuo entre las dos reinas, es despachado con una escena final que llega demasiado tarde. Añado que sale un secundario idéntico a Loulogio por ahí, cuya evolución es la cosa más gratuita del mundo. Y mi momento “favorito”: su majestad Ronan recibiendo un buen (y anacrónico) cunnilingus en su católica entrepierna, un auténtico hit de la comedia involuntaria.