Nick acaricia la cabeza de Amy y dice: «¿Qué estás pensando? ¿Qué estás sintiendo? ¿Qué nos hemos hecho el uno al otro?». Así empieza esta película apasionante, que no decae en ningún momento de sus dos horas y media, que se retuerce y se despliega y nos sorprende hasta el último minuto, con un final demoledor, en el que comprobamos que hemos asistido a algo más que a un gran thriller.

Fincher nos narra la desaparición de Amy, una joven recién casada que vive en un barrio residencial de clase media junto a su marido, Nick Dunne. La vida ha ido a peor para Nick y Amy desde que se enamoraron en Nueva York hace unos años, y ya no son la pareja más cool de Manhattan, ni están locos el uno por el otro. Lo que ocurrió en su matrimonio y lo que ocurre después de la desaparición de Amy, cuando recaen sobre Nick las sospechas de haberla asesinado, se nos cuenta a través de dos puntos de vista: el de la propia Amy y el que construyen el director y la guionista para relatarnos la historia de ambos y de “lo que se hacen el uno al otro”. De la mano de un guión que no nos nos da un respiro asistimos no solo a la brillante resolución de las sucesivas intrigas, a cuál más sorprendente, sino a la construcción de un final que, en su aparente minimalismo, nos resulta más brutal aún que ninguna escena anterior.

Es interesante lo que ha dicho Fincher sobre el guión de Gillian Flynn en El Cultural: “Aprecié mucho que Gillian cambiara de género y de tono a lo largo de la historia. Estaba pidiendo hacer algo muy difícil, que es pasar de un misterio a un thriller absurdo y luego a una sátira. Pensé que la idea central de la historia era correcta, y básicamente se trataba de mostrar cómo nos construimos una fachada para seducir no solo a alguien con quien quisiéramos estar, sino a a alguien que creemos que nos merecemos. ¿Qué clase de resentimientos crea esa situación en la pareja?”