Impresionante final de la trilogía, constituida por este episodio junto a "Cara a cara con el cuervo" y "Heaven Sent". Descubrimos, por fin, el villano que tanto ha atormentado al Doctor y como éste pasará factura, de manera elegante pero tajante, en el primer tercio del filme, ambientado como un extraño western, con imágenes icónicas como la del hombre (El Doctor) frente a la máquina (la nave espacial).

De nuevo un intenso trabajo actoral de Capaldi y de Coleman, donde vemos fluir esos sentimientos ocultos de amor y amistad de alguien, tan aparentemente frío, y tan devoto de alguien a quién ha perdido y quiere, desesperadamente, recuperar. Ver el rostro de ambos actores, como cualquier leve gesto tiene un significado sentimental que los espectadores claramente percibimos, hace de estas interpretaciones algo memorable para cualquier aficionado al cine, acompañados de unos descarnados diálogos. Es un drama intenso, a la altura de las obras de Sirk, Stahl o Attenborough. Es imposible no emocionarte.

Y todo ello apoyado en un magnífico libreto, construido a la perfección, con capacidad de sorprender con los múltiples giros de guión, una obra de orfebrería de Moffat, digno de ser enseñado en cualquier escuela de guionistas, donde su complejidad no quita agilidad e interés al episodio.

Esta trilogía es una experiencia única que todo whoviano y aficionado a las buenas historias no debe dejar escapar.