Haz click aquí para copiar la URL
España España · Marbella
Voto de SUSTOVISION:
9
Intriga. Drama. Cine negro. Thriller Tras realizar un atraco en el que han muerto dos personas, Ben Harper regresa a su casa y esconde el botín confiando el secreto a sus hijos. En la cárcel, antes de ser ejecutado, comparte celda con Harry Powell y en sueños habla del dinero. Tras ser puesto en libertad, Powell, obsesionado por apoderarse del botín, va al pueblo de Harper, enamora a su viuda y se casa con ella. (FILMAFFINITY)
28 de agosto de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas tan innovadoras y directores con una visión tan adelantada a su época, que la única recompensa que obtienen es la incomprensión, la indiferencia o la repulsión y, con los años, un merecidísimo reconocimiento, casi siempre póstumo. “La noche del cazador” (1955), dirigida por el actor Charles Laugthon, pertenece a este grupo. Un análisis superficial del argumento podría llevarnos a considerarla como una ñoña historia sobre las buenas costumbres, el auténtico espíritu cristiano frente a la hipocresía de los “falsos profetas” y de fondo, la moralina final de que “el crimen no paga”. Pero este análisis sería erróneo. Indudablemente, “La noche del cazador” es una historia moral con un mensaje religioso subyacente, que denuncia las posturas ortodoxas y extremistas de la religión. Pero esta película pasará a la historia del cine por su puesta en escena revolucionaria y por su atmósfera inquietantemente infantil que refleja el punto de vista de los niños, criaturas frágiles e insignificantes en el orden social y económico de las cosas, pero con una fuerza moral superior a la de los adultos, proporcionada por una visión de la vida esencialmente noble, idealista y maniquea. No obstante, esta visión “en blanco y negro” de la vida chocará con la cruda realidad, donde el bien y el mal absolutos no existen y el blanco y negro se mezcla en un sinfín de tonos grises.
En los años de la depresión norteamericana, un hombre roba un banco y esconde el dinero en la muñeca de su hija. Hace prometer a la niña y a su hermano que nunca se lo dirán a nadie, ya que el dinero será para ellos cuando crezcan. El padre es encerrado, condenado a muerte y finalmente ajusticiado, no sin antes revelar sin querer la existencia del dinero a su compañero de celda, un predicador (¿falso?), que encandila a las mujeres con su labia mesiánica para robarles el dinero y luego matarlas (satisfaciendo un misógino deseo sexual, donde el apuñalamiento sustituye a la penetración). El predicador, una vez puesto en libertad, se casará con la viuda, con el único fin de encontrar el dinero que esconden los dos niños.
Como dije anteriormente, los protagonistas absolutos del film son los niños, desde el primer momento el espectador ve a través de sus ojos la historia que narra la película (pero sin olvidar el trasfondo adulto y las segundas intenciones que caracterizan nuestras vidas). La película en sí es un gran cuento y así lo podemos apreciar desde el primer minuto del film, con ese surrealista y desmitificador comienzo, con el rostro de una entrañable anciana y sus nietos en un cielo estrellado. A lo largo de la película, ambos mundos (el de los adultos y el de los niños) se mezclarán continuamente y los adultos adquirirán rasgos infantiles mientras que los niños aprenderán la complejidad de la naturaleza humana. Por ejemplo, el reverendo (interpretado magistralmente por Robert Mitchum), no sólo es el ogro que persigue a los niños (impresionante la escena de la escalera del sótano), sino también un niño cruel que se comporta de forma inmadura ante la adversidad, como, por ejemplo, cuando los niños escapan en la barca, estallará en unos espeluznantes pucheritos. La madre de los niños, rechazada a nivel sexual y afectivo por su nuevo marido, se refugiará en la religión de manera extremista, aceptando las adversidades de la vida de manera simplista, ciega e infantil, y aceptando su destino con la candidez de un niño.
A nivel artístico y técnico, la fotografía de esta película (de la mano de Stanley Cortez) es impresionante. El juego de luces y sombras de este film es un ejemplo único de riqueza en los detalles y de experimentación en la forma, consiguiendo una factura sencilla y brutal. Los decorados están confeccionados con un intencionado minimalismo donde abundan las masas negras: el horizonte con el reverendo a caballo, las casas y el bosque en torno al río, esa valla de madera con la colina de fondo...escenas que transmiten inquietud y belleza a partes iguales, potenciando el factor onírico y surrealista del film. En interiores el juego de sombras es igual de rico: la escena del sótano, donde no sólo el predicador sino la oscuridad misma intentan atrapar a los niños que huyen hacia la luz, la escena en la que la madre junto al reverendo, ante la congregación, predican su mensaje religioso entre antorchas llameantes, simbolizando el fuego del infierno y del fanatismo, o esa increíble composición triangular en el dormitorio, cuando la viuda confiesa al predicador que ha descubierto sus ocultas intenciones... A nivel simbólico, las luces y las sombras también juegan un papel fundamental, con un carácter complementario y antagónico: las sombras son el arma del reverendo, pero también es el refugio de los niños. Y con la luz ocurre lo mismo: es el refugio de los niños pero también está asociado a las obras del reverendo, en escenas como la del cadáver en el fondo del río: una terrorífica imagen donde la luz y la quietud se unen a lo macabro y lo repulsivo. Aunque la fuerza de la película reside en su aspecto visual, éste se ve realzado gracias a la música (Walter Schumann), en especial con las canciones: por un lado, la canción que canta sin parar el reverendo, un canto hipnótico para adormilar a sus víctimas, y la canción de la escapada de los niños, subrayando el miedo y la inquietud de una fuga que no deja de ser también un viaje iniciático.
SUSTOVISION
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow