Bien podría decirse que hay dos formas de convertirse en marino: una, alistándose en la Armada; la otra sería mirando este magnífico, impecable e impresionante film marítimo del gran Peter Weir. Más allá de la humorada, creo que no debe haber otra película que refleje mejor lo que ha de ser la vida en uno de esos veleros en los que antaño los hombres de mar surcaban los océanos y circunnavegaban el globo sin otro combustible que el viento ni otros motores que el velamen. Es posible que el director haya abrevado en trabajos anteriores como las diferentes versiones de la saga del Bounty -por ejemplo-, pero... ¡Cuán atrás las ha dejado! Después de Master and Commander, aquéllas no convencen, dejan la impresión de un barco que navega solo mientras la tripulación imperceptible está en algún otro lado. No, esta película del señor Weir es única, representa claramente un hito, pertenece para siempre a la jerarquía de los grandes clásicos. Los ingentes trabajos en esa clase de navío, las jornadas infatigables bajo el sol o el látigo de la tormenta, los días y las noches, las guardias y las pausas llenas de alegres cánticos, todo es abordado con una solvencia asombrosa. El film atrapa desde el mismísimo comienzo vertiginoso, cuando entre nieblas se traban en desigual combate el HMS Surprise del
carismático líder y capitán Jack Aubrey (Russell Crowe en la performance de su vida) y el temible corsario gabacho Acheron al servicio del invasor "Boney" (Bonaparte). Estas escenas deparan imágenes, cuadros imborrables.

La recreación de la nave Surprise es una obra de arte en sí misma, no alcanzan los ojos para apreciar cada detalle. En este sentido el film se constituye en un espectáculo tan alucinante cual si tratara de una pinacoteca móvil, viviente, de infinitos cuadros. Quien lo haya apreciado en HD comprenderá lo que digo. Yo quisiera que alguna sala a mi alcance lo reestrenara, no me lo perdería a despecho de los muchos visionados que le he realizado.

Las 197 almas que conviven en la Surprise son un asunto también especial. Ellos no son en absoluto como los desganados y paupérrimos marineros que nos muestra la saga del Bounty -para seguir con esa línea de comparación-, como tampoco nuestro Jack "El afortunado" tiene nada de esa clase de tirano demencial empeñado en desencadenar un motín. El equipo de la Surprise nos transmite un mensaje estimulador y edificante. Ellos están compenetrados con su misión, cada cual en su medida aportando lo mejor de sí, entregados al servicio con entusiasta abnegación. El sentido del deber es para ellos superior al cuidado incluso de sus propias vidas. Todos encuentran fortaleza e inspiración en la proyección hacia niveles superiores, en donde despunta ese venerado capitán a quien acuerdan un respeto y confianza incondicionales. O ya se trate de la Patria, del Rey o de Dios. Los habitantes de la Surprise no son apáticos ni nihilistas en lo más mínimo (*), y la verdad es que no deja de resultar conmovedor un cuadro semejante visto con la mirada de nuestro modernismo chato y vacío. Un equipo así siempre ha de contar con el espaldarazo de la Providencia, o, como se diría en la jerga, con la "ventaja de barlovento".

En fin, son demasiadas las cosas que este film daría para comentar, hay que verlo. Y si en la videoteca hubiera un anaquel con el rótulo "Maravilla de maravillas", allí y no en otro lugar habría que ubicar a
Master and Commander.