Versión edulcorada de "Cuentos de Tokio". Una película que aún con sus mejores intenciones, cae en determinados momentos en sentimentalismos innecesarios pues sin ellos esta obra se bastaría para sustentar todo lo que cuenta, que no es otra cosa que la fuerza interior de la vida, el hecho de que todos somos más parecidos de lo que creemos y que los sentimientos humanos, aunque complejos, son todos hermanos. Entretenida y buena, sin más, de mensaje correcto pero cuyas vías podrían haber sido -deberían haber sido- más sugerentes y encriptadas... le falta el misterio y la sensibilidad -tan especial- de la obra maestra de Ozu.