“Lo importante de las películas es que te hagan reflexionar. Si lo hacen, esa película es buena”.

Siempre recuerdo esta frase de mi primo, al salir de una sale de cine, hace mil años. Y a este comodín me he agarrado esta vez.

“C” es un chaval carente de una figura fuerte a la que seguir. Su padre es un conductor de autobuses fracasado, que no se siente orgulloso de su vida, y así su madre también aparenta. En este escenario, “C” crece extasiado idolatrando desde su portal la figura de “Sonny”, el mafioso del barrio.

Quizá ese es el origen de los falsos mitos creados: la falta de una figura fuerte que nos sacie la sed en casa. Estar orgulloso de ti mismo, tu familia, tus defectos y hasta tus virtudes, por qué no. Esa es la raíz de muchos de nuestros problemas, tal como le resume Sonny a C en una de sus épicas conversaciones. Maquiavélico, sí. Al final, en este mundo superficial, nadie se acordará de ti al cabo de unos años.

Y, bien cierto que es, si ni siquiera es capaz de levantar el pestillo para que montes en el coche, no pierdas el tiempo. No merece un carajo de tiempo. Para que tardar más.