“A ghost story” se asoma al otro lado del espejo para colocarse en la posición del fantasma, ese que deja su vida para pasar al otro lado. La película se interesa por esa alma anclada de su hogar mientras las experiencias se acumulan y el paso del tiempo se hace inevitable.

Lowery firma una película de envoltorio pretencioso en la que los larguísimos silencios son la clave de su idea inicial. Una película exigua en diálogos porque las palabras no llegan a expresar las emociones que el director pretende proponer. Estos silencios se ven acompañados de una exquisita banda sonora que adquiere especial importancia según avanza la historia, bien para recalcar algunos momentos, bien para provocar en el espectador las emociones que persigue. En cualquier caso no se echan de menos las frases, lo que es un logro en una película extremadamente corta.

Sin embargo “A ghost story” necesita de la complicidad del público para traspasar la pantalla. No es que su guion sea especialmente lioso, más bien al contrario, sino que es necesario poner atención para no desconectar demasiado pronto. Porque la película comienza lenta y continua de igual manera, con una pareja protagonista poco compleja y bastante anodina (especialmente Affleck, pareciendo poco comprometido) que no aporta personalidad. Esta falta de personajes desarrollados se queda en el debe de la historia, necesario para comprender el resto de manera eficaz.

La película es un interesante pero sencillo ejercicio casi metafísico en el que se tratan diversos temas como la vida más allá de la muerte, la necesidad de no estar solos y el dolor que todo ello conlleva, la desesperación que se hace patente en largas secuencias encarnadas por Mara con ese fantasma de fondo sin que nadie pueda verle. Momentos de artificio se mezclan con chispas más profundas creando una película que parece querer trascender mucho más de lo que consigue.