Ahora que las corruptelas en las altas esferas políticas son vox populi y encabezan cada telediario que vemos, "La trama" tenía campo libre para inspirarse de la propia realidad y dejar a un lado la típica historia en la que nada es lo que parece, luego sí lo es, de nuevo no lo es y acaba por no saber ni siquiera ella misma qué es lo que quería contar.

Una película que empieza con un simple asesinato sin aparente explicación promete un posterior desarrollo que se enredará en sus mimbres para sorprender al espectador menos cinéfilo. "La trama" ni siquiera se esfuerza por adornar lo más obvio, y casi todas sus situaciones carecen de originalidad y pegada. Según va pasando el metraje, el guión va perdiendo fuelle para quedarse con lo más simple y aunque todo está bien hilado y tiene sentido, no termina de convencer con un ritmo lánguido y somnoliento.

Es cierto que no hay acción y tampoco se la espera porque nuestro investigador es más de afrontar con sus puños los problemas que de huir y ser perseguido. Walhberg encarna bien al detective lastrado por un pasado del que se siente responsable, y pone oficio y experiencia en lo poco destacable del film. Su compañero Crowe es el que sale peor parado, con una sensación de estar de vuelta de todo y no querer implicarse demasiado no se vaya a despeinar. Su interpretación de alcalde seguro de sí mismo solo derrocha asombro, pero de lo poco que se mete en el papel. A Crowe parece que ya no le van papeles del montón y sólo los alterna con proyectos más interesantes como "Los miserables".

Hemos visto a lo largo de los años muchas películas que narran intrigas consistoriales con mucho más peso del que tiene "La trama", que no pasa de ser una película más del género en una cartelera plagada de productos más interesantes, y que cuenta con un reparto lo suficientemente conocido como para pasarse a ver qué tal es. Es lo único que puede salvarse.